viernes, 2 de septiembre de 2022

Un alfaquí de Asṭah

Hasta hace unos años, los únicos vestigios de los siglos X y XI hallados en el municipio de Jerez de la Frontera pertenecían al yacimiento de Mesas de Asta, población constituida por una serie de elevaciones rodeadas de marismas y localizada a once kilómetros al noroeste de Jerez.

En la colina más alta, actualmente olivar del cortijo “El Rosario”, es donde la historiografía sitúa el núcleo principal de la ciudad de Asta Regia. Las diferentes campañas en el lugar, dirigidas por Manuel Esteve Guerrero durante las décadas cuarenta y cincuenta del siglo pasado, aportaron numerosas piezas cerámicas, marmóreas y de todo tipo que evidenciaban el esplendor de la urbe durante las épocas turdetana y romana. Con todo, la sorpresa de las labores arqueológicas fue el hallazgo de un importante asentamiento andalusí sobre los restos de aquélla, pues no se tenían noticias por aquel entonces de que las Mesas de Asta hubiesen albergado una población de ese periodo.


Del siglo X eran, efectivamente, las ruinas de un edificio descubierto en la primera de las campañas, que Manuel Esteve relacionó con la posible residencia del señor de la villa, atendiendo al lujo de la cerámica asociada al mismo, entre las que destacaban piezas decoradas con motivos diversos. Si bien en un principio se pensó que estos indicios se correspondían con una almunia o alquería aislada, el hallazgo de otros materiales de extraordinaria riqueza y de la misma época durante la segunda campaña, en un punto diferente y distante al primero, hizo pensar a Manuel Esteve que se encontraba ante las ruinas de una verdadera ciudad andalusí.


El descubrimiento parecía corroborar la tradición historiográfica jerezana, seguida por Torres Balbás, de que la destrucción de Asṭah durante las luchas que produjeron la caída del Califato y el alumbramiento de los reinos de Taifas provocaron su abandono y el traslado de sus habitantes hacia una población de nueva planta, Šarīš (Jerez). A pesar de todo, esta idea, enraizada en el acervo común sobre los anales jerezanos, no convencía a Manuel Esteve, quien ya señaló en alguno de sus escritos que Asta y Jerez eran lugares diferentes, y que la primera nada tuvo que ver con el surgimiento de la segunda. Efectivamente, los resultados de las últimas intervenciones arqueológicas en Jerez y un texto del volumen II-1 del Muqtabis de Ibn Ḥayyān (m. 1076) -en concreto el fragmento referido a las defensas del suroeste de al-Andalus frente al ataque normando del año 844-845 en tiempos del emir ‛Abd al-Raḥmān II (m. 238=852)- han ayudado a subsanar el error secular de la identificación entre Asṭah y Šarīš y han dejado claro que ambas ciudades ya eran coetáneas, al menos desde mediados del siglo IX. La riqueza de estos y otros muchos hallazgos procedentes del yacimiento de Mesas de Asta, hoy conservados y expuestos en nuestro Museo Arqueológico Municipal, contrastaba con el silencio de las fuentes documentales acerca de la Asṭah andalusí, sólo citada de paso en el citado Muqtabis de Ibn Ḥayyān.


Hasta el momento, no había referencias evidentes en las obras geográficas o en los diccionarios bio-bibliográficos a ningún lugar que aludiera a este enclave o a algún sabio o ulema procedente de allí, mientras que las menciones a sabios de Šiḏūna, Qalsāna, Šarīš u otras poblaciones menores de la cora de Sidonia entre los siglos IX y XI como al-Qanāṭīr o Qādis son frecuentes. Por esta razón, se podría pensar, contrariamente a la opinión de Manuel Esteve y a la evidencia arqueológica, que Asṭah careció de entidad urbana propia y no fue más que una importante alquería o una almunia dependiente de la cercana Šarīš. Sin embargo, nuevos datos hallados en varias fuentes árabes confirman las sospechas de Esteve de que nos hallamos ante los restos de una importante ciudad de la cora de Sidonia de época califal y taifa.


Es Ibn al-Faraḍī, en su historia de los ulemas de al-Andalus, quien nos habla de un sabio de Sidonia de linaje árabe llamado ʽUṯmān b. Saʽīd b. al-Bišr b. Gālib b. Fayḍ al-Lajmī, que dirigía la oración, en la mezquita aljama se entiende, de un lugar denominado Iṣṭabba, donde también ejercía como alfaquí, y donde murió entre los años 983 y 984. Todo podría llevarnos a creer que la citada Iṣṭabba se corresponde con la actual localidad sevillana de Estepa; sin embargo, en otra obra, esta vez geográfica, la conocida Rawḍ al-Miʽṭār fī jabar al-aqṭār de al-Ḥimyarī, aparece la entrada a esta ciudad de Iṣṭabba, diciéndonos que se encontraba a 25 millas (unos 36-40 km) de la capital de la cora de Sidonia, Qalšāna (Calsena, en la Junta de los Ríos, cerca de Arcos). Un topónimo parecido lo encontramos en la ʽUmda de Abu l-Jayr al-Išbīlī, quien en el siglo XI nos habla del faḥṣ, o campiña, de Astibar (Asta), a la que pertenecían las aldeas de Šārruh y de al-Aqwās.

El topónimo Šārruh habría que identificarlo con la romana Siarum. cuyos restos se localizan en el actual cortijo de Zarracatín, del término de Utrera (al sur de la provincia de Sevilla). En cuanto a al-Aqwās, su emplazamiento parece que estuvo en Torre de Alocaz, también en Utrera, aunque podría relacionarse con la Ugia romana que González Fernández (2014) sitúa en Gibalbín. Al-Aqwās es mencionado por el Ḏikr bilād al-Andalus (ed. Luis Molina, vol. I, pp. 64-65, trad., vol. II, pp. 70-71), como un castillo de la cora de Sidonia. Esta fortaleza y su caserío pertenecieron también a Ibn Abī Jālid, señor de Jerez, quien lo entregó a Fernando III en 648 (=1250-1251).

De este modo, podemos afirmar que ʽUṯmān b. Saʽīd (de quien sabemos, además, que tuvo un hijo, Abān b. ʽUṯmān b. Saʽīd, gramático y poeta afincado en Córdoba), vivía en una medina andalusí de la cora de Sidonia, que contaba con mezquita aljama y un amplio alfoz, que algunas fuentes llaman Iṣṭabba, Astibar o, incluso, Isṭibūna, como es el caso del geógrafo al-Idrīsī, quien confunde varios nombres de enclaves de la cora de Sidonia para, de este modo, afirmar, por ejemplo que, entre sus ciudades figuran Isṭibūna (por Asṭah, Asta), y entre sus castillos, Ronda (por Rūṭa, Rota) o Almonastir (por al-Qanāṭir, El Puerto de Santa María). Parece evidente que los topónimos Iṣṭabba, Astibar e Isṭibūna son corrupción o errónea transcripción del nombre Asṭah que leemos en el Muqtabis de Ibn Ḥayyān, y en la edición de la historia de los ulemas de al-Andalus de Ibn al-Faraḍī de Codera, y se corresponden con los restos que, allá por los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, descubrió Manuel Esteve Guerrero en las Mesas de Asta. Sin duda, un interesante valor añadido para este importante enclave arqueológico del entorno jerezano, que sigue pidiendo una urgente intervención por parte de las administraciones competentes.

2 comentarios:

  1. Poco a poco se va completando la geografía de aquella zona de la campiña en época andalusi que hasta ahora era muy desconocida. Gracias!!!

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