miércoles, 31 de agosto de 2022

Algunas aclaraciones sobre la mezquita aljama de Jerez

A mediados de febrero de 2013, y tras varias semanas de negociaciones con el entonces mayordomo de la catedral de Jerez y el Obispado, el arqueólogo José María Gutiérrez López y un servidor, obtuvimos autorización para comenzar a investigar en las ruinas de la antigua Casa del Abad y todo el edificio que ocupaba parte de la manzana que, desde la Plaza de la Encarnación, baja hacia el Arroyo. En ese edificio se sospechaba podrían hallarse los restos de la antigua mezquita aljama de la ciudad andalusí de Jerez, como ya habían advertido, a partir de las crónicas históricas del padre Rallón (s. XVII) o Bartolomé Gutiérrez y Mesa Xinete (s. XVIII), los profesores José Luis Repetto Betes y Esperanza de los Ríos Martínez en sus respectivas obras. 

El documento se firmó finalmente el 3 de abril, aunque las visitas y estudios a la finca ya se habían iniciado un mes y medio atrás. En el texto, la propietaria del solar, esto es, la Diócesis de Asidonia-Jerez, ponía a nuestra disposición las llaves del mismo concretando el nombre de los componentes del equipo autorizado a trabajar allí: 

Miguel Ángel Borrego Soto, filólogo e historiador, como coordinador del grupo, José María Gutiérrez López y Virgilio Martínez Enamorado, arqueólogos, y Gonzalo Castro Moreno, antropólogo y arqueólogo, en representación de la Diócesis.

La noticia de que en el edificio se habían iniciado dichos estudios corrió como la pólvora, en buena medida por una precipitada y, por ello, desafortunada noticia, de la que me responsabilizo en su totalidad, publicada el 20 de febrero en el Diario de Jerez, y en la que, llevado por la emoción de acceder finalmente a la finca tras los muchos sinsabores y malos ratos sufridos, vertí algunos errores de bulto derivados de los escasos indicios que teníamos en ese momento, pues verdaderamente, aún no habíamos accedido al interior del lugar (nuestra primera visita se iba a producir esa misma jornada). Sobre el asunto hablé dos días después, el 22 de febrero de 2013, en mi conferencia sobre la capital de la cora de Sidonia, en el transcurso de las jornadas técnicas sobre el Castillo de Matrera de ese año, en Villamartín, repitiendo los desaciertos de la mencionada crónica periodística.

Con todo, aquella noticia y conferencia despertaron el interés de otros investigadores que, hasta entonces, jamás se habían preocupado por pedir los permisos pertinentes para iniciar una investigación en profundidad en aquel edificio. Eso provocó que estos historiadores, por su afinidad con la Diócesis, contactaran con el bueno de Antonio López Fernández, deán de la Catedral y párroco de San Marcos por entonces, que al parecer poseía otras llaves de acceso a la Casa del Abad, y quien a espaldas del Obispado y de los investigadores autorizados, les facilitaba la entrada a la finca cada vez que lo deseaban. Nuestras denuncias a los responsables de la Diócesis de nada sirvieron para detener tamañas interferencias en la investigación, por lo que, para nuestra desgracia, el solar se convirtió en un auténtico "coño de la Bernarda" al que accedía cualquier persona con contacto entre la curia eclesiástica, en un claro ejemplo de mala praxis académica.

A pesar de todo, un año más tarde, el 3 de febrero de 2014, en mi conferencia "'Allāh la restituya'. Jerez, ciudad andalusí", impartida en la jornada inaugural del "Congreso sobre el 750 aniversario de la incorporación de Jerez a la Corona de Castilla", adelanté algunos de los avances que nuestras continuadas visitas al solar de la Casa del Abad nos habían ofrecido hasta ese momento, a falta aún de una intervención arqueológica que ya se estaba proyectando. Los minutos que dediqué al asunto en la citada charla, y en los que se corregían las hipótesis erróneas del citado texto del Diario de Jerez de febrero de 2013, pertenecen al siguiente extracto de la misma:


Como se puede comprobar en el vídeo, basándonos en fuentes históricas como las de Rallón o Bartolomé Gutiérrez (que ya informaban en sus respectivas obras de los siglos XVII y XVIII de la ubicación en la plaza de la Encarnación de los restos de la antigua Iglesia Mayor, antes mezquita), y nuestras propias observaciones, las conclusiones previas a los futuros trabajos arqueológicos las resumimos en varios puntos:

- La ubicación de la aljama jerezana abarcó la actual plaza de la Encarnación y la bajada desde ésta hacia el Arroyo.

- Las galerías que conformaban la Casa del Abad pertenecieron a la claustra o patio de los naranjos de la Iglesia Mayor medieval y al de abluciones de la mezquita aljama anterior (los arcos de confluencia de ambas galerías eran visibles desde el fragmentado techo de escayola del antiguo despacho del padre José Luis Repetto Betes, último habitante de aquella finca y quien ya hablaba de esa posibilidad en su monografía de 1987 sobre la Jerez andalusí).

- Todo el edificio y su zona posterior e inferior fueron paulatinamente modificados entre los siglos XIV y XVIII para albergar los almacenes, bodegas y contaduría de la Iglesia Mayor,  amén de otros usos.

- Los arcos del área más profunda, a la altura del Arroyo, podían relacionarse con el aljibe de la aljama jerezana, sobre el cual estuvo el acceso desde el arroyo a la antigua mezquita y, tal vez, a la Iglesia Mayor, en forma de gradas (que aparecen citadas, por ejemplo, en la Historia de Xerez, II, p. 248, de Bartolomé Gutiérrez).

- Quedaba la duda de si estos restos se correspondían no sólo con la mezquita mayor del siglo XIII, sino también con la de época califal (s. X).


Arco del aljibe
Fotografía: José María Gutiérrez López (febrero 2013)


Todas estas conclusiones que, a pesar de haber sido expuestas en mi conferencia, no aparecieron en el artículo correspondiente de las actas del Congreso, sí se recogieron en el informe que firmamos y entregamos los miembros del equipo de investigación en marzo de 2015 en las oficinas del Obispado, al arquitecto Javier de la Cuadra (q.e.p.d.), magnífica persona y el mayor apoyo para todos los que tuvimos el placer de conocerle y colaborar con él durante aquellos meses de estudio en la Casa del Abad. Dicho documento proponía el inicio de trabajos de arqueología que confirmaran nuestras hipótesis sobre el lugar, a las que habíamos llegado desde la observación y el análisis de las diferentes fuentes históricas. 

Nada habíamos publicado sobre el asunto, apenas una escueta alusión a la mezquita aljama y a su ubicación a partir de estos trabajos, en mi libro sobre la capital de la cora de Sidonia (2013, p. 46), que no mejoraba las de Repetto Betes (1987, pp. 309-312) o Laureano Aguilar (1999, pp. 206-207), a la espera de llevar a la imprenta los resultados de la excavación arqueológica que, ¡oh ingenuos!, estábamos convencidos llevaríamos a cabo nosotros mismos con la colaboración de otros colegas. Eso sí, en el mismo Congreso de febrero de 2014, los profesores Pablo Pomar Rodil y Javier Jiménez López de Eguileta presentaron, a partir de las descripciones del templo de la obra de Mesa Xinete (s. XVIII) y de otras fuentes documentales y de sus visitas a la Casa del Abad, paralelas a las nuestras, aunque sin la autorización por escrito de la Diócesis, un completo trabajo con sus teorías sobre la Colegiata medieval de Jerez, que se publicó en las Actas del citado Congreso. Quedaba claro que aquellas líneas del periódico de febrero de 2013 que anunciaban el inicio de las primeras investigaciones en el solar de la Casa del Abad, habían provocado que alguno se subiera a un carro que otros habíamos echado a andar, lo que, no obstante, supuso una gran noticia para la historiografía de nuestra ciudad sobre el asunto.

A principios de 2015, Javier de la Cuadra nos puso en contacto con Miguel Ángel López Barba, arquitecto especializado en restauración y patrimonio, que sería el encargado de dirigir las obras de rehabilitación de la Casa del Abad, y en cuyo proyecto, depositado en el Colegio Oficial de Arquitectos de Cádiz, nos incluía a José María Gutiérrez y a mí como asesores históricos. En abril de ese mismo año, el Obispado nos comunicó que, para comenzar esos trabajos de reformas, necesitaban un estudio arqueológico y varios presupuestos. Uno de ellos fue presentado por nuestro equipo, al que se habían incorporado los arqueólogos Luis Iglesias y María Cristina Reinoso, y otro por parte de la empresa Arqueosistema, dirigida por Diego Bejarano y Ernesto Toboso. En julio de ese año, fui convocado a una reunión con el responsable económico del Obispado, Diego Moreno Barba y los arquitectos Javier de la Cuadra y Miguel Ángel López Barba, a la que también acudió el arqueólogo Gonzalo Castro Moreno. El motivo de la reunión era comunicarme que ninguno de los presupuestos mencionados se había aprobado, por su alto coste, y que finalmente habían decidido otorgarle los trabajos de arqueología a Gonzalo Castro, quien también a nuestras espaldas, había presentado otro más barato, según él con la idea de salvar el proyecto y de incorporarnos al mismo posteriormente. Sin embargo, José María Gutiérrez y un servidor decidimos abandonar voluntariamente todo aquello por lo que habíamos estado dos años trabajando con una enorme ilusión.

A pesar de todo, nuestro interés en el tema siguió y sigue vivo, más cuando leemos a algún investigador que se atreve a teorizar sobre la datación o las dimensiones de la aljama jerezana sin haber pisado apenas el lugar, ni haber consultado documento histórico alguno e, incluso, a dar sus hipótesis por definitivas e irrefutables. Nada que ver con otros artículos de verdadera calidad que sobre el tema han ido apareciendo estos años, como el de Juan Antonio Moreno Arana en 2016 acerca de la capilla de los Conte y Terán, que aporta un importante avance en el todavía escaso conocimiento de las desaparecidas Iglesia Mayor y mezquita aljama jerezanas, o el mencionado artículo de Pablo Pomar y Javier Jiménez.

Los resultados de los trabajos arqueológicos que la empresa "Xerflón Arqueólogos", con Gonzalo Castro y Rafael Jorge Racero a la cabeza, desarrolló entre 2018 y 2019, confirmaron, efectivamente, la presencia de estructuras pertenecientes a la mezquita aljama y a la propia Iglesia Mayor, como cabía esperar. Una atenta lectura de su Memoria Científica Preliminar y nuevas visitas al solar de la Casa del Abad tras los trabajos realizados allí, aportan interesantes novedades acerca del tamaño que tuvo nuestra aljama y el lugar y la época que realmente ocupó. No fue una gran mezquita como las de Córdoba o Sevilla, pero tampoco tuvo el tamaño del patio de mi casa, tan particular, como equivocadamente señala el profesor Fernando López Vargas-Machuca.

Sólo un dato al respecto para cerrar esta entrada: en un documento que trae a colación la historiadora Esperanza de los Ríos en su estupendo libro sobre Antón Martín Calafate y Diego Moreno Meléndez (2003, p. 261), éste último afirma, en 1699, que el tamaño de la nave de la epístola de la antigua Iglesia Mayor era de cuarenta varas de largo por siete de ancho...

2 comentarios:

  1. Sobre todo en alusión a que "nadie jamás" se había interesado en la casa del Abad antes de 2013 quiero que conste que en julio de 2012,los miembros del blog Jerez, Patrimonio Destruido hicimos una ruta de la Barbarie al entorno de la Colegial, allí sugerimos la posibilidad de que la fosilización de la mezquita en aquel lugar. Mi afán por publicar esto no es otro sino que no se me tache de "subirme al carro", como en un intento de poner piedras en el camino de otros. Un saludo. Aquí la entrada que publicamos al respecto en el blog: http://jerezpatrimoniodestruido.blogspot.com/2013/02/algunas-notas-acerca-de-la-antigua.html
    Saludos.

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  2. Gracias, Juan Antonio por el apunte, aunque en el texto no se dice en ningún momento eso de "nadie jamás", sino "otros investigadores" que no se habían interesado anteriormente por el tema.

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