domingo, 10 de marzo de 2024

Breve reflexión sobre la Batalla del Guadalete

El pasado 27 de febrero tuve la oportunidad de ofrecer a los profesores y alumnos del Área de Estudios Árabes e islámicos de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, una charla sobre las diversas hipótesis de ubicación de la batalla del Guadalete, y en la que se incluía mi propia propuesta.

Mucho se ha debatido sobre este asunto desde que, allá por 1840, Pascual de Gayangos afirmara, a partir de su interpretación de la edición de la obra histórica de Ibn al-Qutiyya y los Ajbar Maymu'a, que este emblemático combate entre las fuerzas cristianas de Rodrigo y las musulmanas de Tariq b. Ziyad, acaeció en el entorno de la laguna de La Janda y el río Barbate, y no en el Guadalete, cerca de algún lugar entre las actuales Arcos y Jerez de la Frontera, de la antigua cora de Sidonia. 

La influencia de Reinhart Dozy y otros investigadores decimonónicos, como Emilio Lafuente Alcántara o Eduardo Saavedra, que adoptaron, a su vez, los postulados de Gayangos para elaborar sus propias hipótesis, sobre la historiografía que se ha venido ocupando del asunto, fue tan poderosa que, incluso hoy en día, autores como Luis García Moreno y José Soto Chica o Yeyo Balbás (que se basan en aquél), mantienen que la batalla tuvo lugar en las cercanías de la mencionada laguna y entre ésta y Algeciras, a orillas del río Almodóvar, rechazando de plano las tesis sobre el Guadalete, y menospreciando, además, el análisis filológico o toponímico.

Sin embargo, junto a los argumentos de índole estratégico-militar, en absoluto novedosos, que aportan estos investigadores, enormemente ideologizados también en su percepción histórica del hecho, debe desarrollarse el estudio contrastado de la toponimia que ofrecen las crónicas árabes, pues aunque éstas se redactasen bastante después del suceso, la mayoría se basan en textos contemporáneos al encuentro entre Rodrigo y Tariq. 

El valor que se da a la Crónica mozárabe de 754, fuente latina contemporánea a los hechos, pero que apenas ofrece información sobre aquellos, salvo que las tropas cristianas se dirigieron a los Transductinis Promonturiis, es decir, hacia la zona de Algericas y el Estrecho de Gibraltar, no es suficiente para infravalorar la riqueza de datos proporcionada por los textos árabes que, eso sí, deben interpretarse de un modo correcto.

De este modo, como afirmé en mi conferencia, y así aparecerá en mi próximo artículo, considero un grave error la confusión secular, a veces intencionada, de topónimos como el de la ciudad de Lakko (probable mala lectura de Lakka), mencionada en al-Himyari, con el de la al-Buhayra, citada en otras fuentes, o la de wadi Lakka con el wadi Bakka, ambos ríos diferentes, ya que todos aparecen perfectamente ubicados y descritos en las obras históricas y geográficas árabes medievales.

Las tesis basadas en la composición de los ejércitos, su manera de combatir y la estrategia de las tropas visigodas o musulmanas, no son incompatibles con una correcta interpretación de los textos, y ambos aspectos nos han llevado a localizar la batalla en las proximidades del río wadi Lakka, cuyo nombre se debe al de la ciudad de Lakka, como afirman las fuentes árabes, en un lugar entre Jerez y Arcos, aunque ninguno de los que proponían Claudio Sánchez Albornoz o Leopoldo Torres Balbás en sus publicaciones.