miércoles, 29 de marzo de 2023

Artículo sobre una estela funeraria islámica jerezana

Traemos a nuestro blog este enlace al interesantísimo artículo de Rafael Jiménez-Camino Álvarez. arqueólogo municipal de Algeciras, sobre esta estela funeraria islámica aparecida en Jerez y que se expone en el Museo de la ciudad. 

https://www.jerez.es/fileadmin/Image_Archive/Museo/Estela_funeraria_islamica.pdf



viernes, 17 de marzo de 2023

Notas sobre la capilla de San Pedro Mártir del convento de Santo Domingo de Jerez de la Frontera

1. El fraile jerónimo Esteban Rallón (I, p. 276; y IV, pp. 143-147) afirma que el convento de Santo Domingo se fundó junto a una fortaleza de origen andalusí que el rey Sabio concedió a los frailes dominicos para su defensa. Según se extrae del texto de Rallón, éste parece hacerse eco también de otro edificio, al que llama “mezquita” o “mezquitilla”, usado como capilla mayor de la primitiva iglesia del convento que, adosada a él, sería levantada inmediatamente después de la conquista cristiana de Jerez por Alfonso X. Este primer templo, según el propio Rallón, hacía cara al Llano de San Sebastián, actual plaza Aladro y, en su tiempo, mediados del siglo XVII, perdido ya su uso original, funcionaba como bodega de los dominicos. Esta supuesta mezquita transformada en capilla mayor, afirma Rallón fue la posterior de San Pedro Mártir, en poder durante aquellos años de la familia Cabeza de Vaca, sucesores de Vasco Pérez Meira, que él conoció situada al pie de la nave del Rosario o de Consolación.


2. Francisco de Mesa Xinete (1754, II, p. 340) menciona también el “castillo, que hoy es capilla de san Pedro Mártir”, tal vez siguiendo el relato de Rallón, pero extrañamente no la ubica o describe, ni la vuelve a citar al hacer más adelante relación de las naves, altares y capillas de la iglesia y el claustro (pp. 357-368).

3. Poco después del texto de Mesa Xinete, en 1776, el padre Agustín Barbas escribe, en el manuscrito de su historia del convento de Santo Domingo, que el altar o capilla de San Pedro Mártir se levantó en algún momento del siglo XV, al tiempo que la nave del mismo nombre, actual del Rosario o de Consolación, y estaba donde, a mediados del XVI, se construyó la capilla del Rosario, es decir, al pie de la nave del mismo nombre hasta que ésta se amplía y se le añade una portada a principios del siglo XVIII. Agustín Barbas deduce, por tanto, que la dicha capilla de San Pedro Mártir no formó parte de la primitiva iglesia de los dominicos, que él sitúa, como hiciera una centuria antes Esteban Rallón, en la bodega del convento, donde durante unas obras de las que él fue testigo, se hallaron restos de una posible antigua iglesia en la que Barbas supone estaría también la capilla de San Pedro Mártir que cita Rallón como mezquita y capilla mayor del templo primitivo, y tal vez diferente de la que se levantó al pie de la nave del Rosario, según parece afirmar el fraile dominico (pp. 14-16, 18 y 30-32).

4. En este punto, es oportuno señalar cómo en un plano del convento (lám. 1) elaborado por Miguel Palacios en la primera década del siglo XX (AMJF, FFDL, caja 5, expe. 95), la bodega de los dominicos aparece situada en un edificio anexo a la espalda del gran refectorio, tras la galería norte del claustro de procesiones, dando al compás del convento, justo frente al antiguo Llano de San Sebastián, hoy plaza Aladro. Esta construcción, tal vez de principios del XVIII, que J. E. Jiménez López de Eguileta y M. Romero Bejarano (2013, pp. 97-98) identifican, sin embargo, como cocina, es una gran estancia con una columna central en la que confluyen cuatro arcos de medio punto sobre el que hubo un techo adintelado de vigas de madera, hoy en día totalmente derruido.

5. Hipólito Sancho de Sopranis (1929, p. 86; y 1934, p. 57, n. 11) rechaza las suposiciones de Rallón acerca de la existencia de la mezquita, que tilda de dislates, y afirma que la capilla de San Pedro Mártir, construida a inicios del siglo XV, ocuparía parte del solar donde actualmente, y desde el siglo XVI, se alzan las de los Cuenca y del Rosario, coincidiendo prácticamente con lo que leemos en Agustín Barbas.

6. De esta opinión es Fray José Cuenca Fuentes, quien afirma en su breve descripción del convento e iglesia de Santo Domingo (2000, p. 41) que la capilla de los Cuenca fue edificada “sobre el solar de la antigua capilla de San Pedro Mártir y enterramiento de los Neyras (sic)”.

7. Por su parte, Fernando López Vargas-Machuca (1996; y 2021, p. 73) propone que la fortaleza o castillo mencionado por Rallón y Mesa Xinete pertenecen a un antiguo ribat, que identifica con los citados muros de tapial, almenas y portada en arco de herradura del claustro de procesiones, y a una qubba almohade asociada a aquél. Siguiendo a Esteban Rallón y basándose en el grabado de Anton van den Wyngaerde de mediados del XVI, López Vargas-Machuca cree que este último edificio se corresponde con la capilla mayor de la primitiva iglesia dominicana a ella adosada, que este autor identifica en el dibujo de Wyngaerde, posterior de San Pedro Mártir, que fue conectada al templo principal en el siglo XV mediante la nave del Rosario o de Consolación. Para este mismo investigador, al construirse la fachada y pórtico principal de esta nave, que da frente al Llano de Santo Domingo, hoy Alameda Cristina, la capilla de San Pedro Mártir fue derribada. Aunque de las hipótesis de López Vargas-Machuca no existen evidencias documentales o arqueológicas que las corroboren de un modo tajante, pues incluso la imagen de Wyngaerde podría ser la del molino de aceite del convento o cualquier otro edificio, ésta es actualmente la tesis mayoritariamente aceptada y aparece, por ejemplo, en los trabajos sobre Santo Domingo de J. E. Jiménez López de Eguileta y M. Romero Bejarano (2013, pp. 31-35); J. Mª. Guerrero Vega y M. Romero Bejarano (2013); o J. Mª. Guerrero Vega (2019).

8. Miguel Ángel Borrego Soto (2023, p. 46), sin descartar las plausibles teorías de López Vargas-Machuca, cree necesario el debate sobre el edificio, pues en su opinión, los restos de arquitectura árabe aparecidos en las galerías oeste y norte del claustro de procesiones del convento de Santo Domingo, podrían deberse también a una primera obra mudéjar, estilo del que aún se conservan capillas y otros elementos decorativos en el interior de la iglesia, anterior a la reforma tardogótica que los frailes añadieron a sus edificaciones entre mediados del XV y principios del XVI. En cuanto a la qubba islámica mencionada por López Vargas-Machuca, Borrego Soto cree que no existió, y lo que aparece en el grabado de Anton van den Wyngaerde, podría responder a una azacaya o alcoba de agua, a la capilla mudéjar de San Pedro Mártir o, muy probablemente, al molino de aceite del convento dominico, citado por Rallón y otros autores.

Lám. 1. Plano del convento de Santo Domingo. AMJF, Fondo Familia Díez Lacave
Lám. 1

 

domingo, 5 de marzo de 2023

Limeta o botella de Mesas de Asta

Hasta hace unas décadas, las únicas piezas de los siglos X y XI halladas en el municipio jerezano pertenecían al yacimiento de Mesas de Asta, población constituida por una serie de elevaciones rodeadas de marismas y localizada a once kilómetros al noroeste de Jerez. En la colina más alta, actualmente olivar del cortijo “El Rosario”, es donde la historiografía sitúa el núcleo principal de la ciudad de Asta Regia. Las diferentes campañas en el lugar, dirigidas por Manuel Esteve Guerrero durante las décadas 40 y 50 del siglo pasado, aportaron numerosas piezas cerámicas, marmóreas y de todo tipo que evidenciaban el esplendor de la urbe durante las épocas turdetana y romana. Con todo, la sorpresa de las labores arqueológicas fue el hallazgo de un importante asentamiento andalusí sobre las ruinas de aquélla, pues no se tenían noticias por aquel entonces, de que las Mesas de Asta hubiesen albergado una población de ese periodo.

Del siglo X eran, efectivamente, las ruinas de un edificio descubierto en la primera de las campañas, que Manuel Esteve relacionó con la posible residencia del señor de la villa, atendiendo al lujo de la cerámica asociada al mismo. Las paredes de la construcción conservaban restos de estuco rojo y solerías formadas por verdaderos sillares. Si bien en un principio se pensó que estos restos se correspondían con una almunia o alquería aislada, el hallazgo de otros materiales de la misma época durante la segunda campaña, en un punto diferente y distante al primero, hizo pensar a Manuel Esteve que se encontraba ante una verdadera ciudad.

De las piezas recuperadas en las Mesas por Manuel Esteve y que presentan epigrafía, destaca una botella o limeta de cuerpo cilíndrico con la leyenda al-mulk, “el poder”, escrita de modo encadenado en su superficie. El alifato de la inscripción presenta los característicos ápices triangulares del cúfico simple, escritura que se corresponde con el reinado de al-Ḥakam II (350-366=961-976). Bajo este monarca, el lema exclusivo de las cerámicas producidas en la ciudad palatina de Madīnat al-Zahrāʼ fue al-mulk. Su significado recuerda al buen creyente musulmán la omnipotencia divina, aunque ya en el siglo X en al-Andalus y en el siglo XI en Ifrīqiya la locución completa, al-mulk li-l-lāhi, “el poder es de Dios”, acabó reduciéndose a su mínima expresión, al-mulk, de ahí que se confundiera, tal vez premeditadamente, el sentido religioso con el de la mera exaltación del poder político califal de turno. El perfil de las letras se dibuja en manganeso mientras que el interior, como en la limeta de Asta, se rellena uniformemente de verde. El motivo bajo la forma encadenada es frecuente, y las cinco letras que lo conforman suelen diferenciarse sin dificultad, aunque a veces la figura 11f (kāf) mimetiza a la letra 1i (alif) del artículo de la palabra siguiente, no siendo éste el caso.

La cerámica en verde y manganeso está inequívocamente vinculada con Madīnat al-Zahrāʼ. Su aparición en al-Andalus parece iniciarse en la segunda mitad del siglo X, coincidiendo con el gobierno de al-Ḥakam II. Esta vajilla de lujo fue concebida como objeto de distinción o dádiva que el califa regalaba a sus funcionarios a modo de emblema, de símbolo o propaganda de estado que se difundió por todo al-Andalus gracias al trasvase de gobernadores de las marcas, que durante aquellos años pasaban constantemente de un lugar a otro. El color básico de esta cerámica es el blanco, el color de los Omeya, siendo el verde el del islam, el de Mahoma, fuente de legitimidad de los Banū Marwān. El morado del óxido de manganeso serviría simplemente como recurso técnico para resaltar la yuxtaposición del blanco y el verde, y no tendría por sí mismo ningún significado.

La epigrafía al-mulk es la leyenda mayoritaria inscrita en esta cerámica. La relación del término con el poder dinástico parece clara y supone a mediados del siglo X la expresión estricta y rigurosa de la legitimidad omeya, del orden califal instaurado y proclamado. Es hacia el año 336 (=947-8), momento en que la ceca se traslada de Córdoba a Madīnat al-Zahrāʼ, cuando según Barceló arranca la producción masiva de vajillas cerámicas en blanco, verde y morado. En todo ello fue primordial el papel del joven califa Abū l-Muṭarrif al-Ḥakam y su profundo interés por las actividades científicas y culturales.

Número de inventario: IG.0779.
Campaña 1945-46.
Cronología: Siglo X.
Forma o tipo: Limeta o botella
Inscripción: /Al-mulk/: el poder.
Medidas: Altura: 26,5 cm; diámetro de la base: 14 cm; diámetro máximo: 20 cm.
Bibliografía: BORREGO SOTO, M. Á. (2014): Epigrafía andalusí. Inscripciones árabes de Jerez de la Frontera, PeripeciasLibros.