domingo, 5 de marzo de 2023

Limeta o botella de Mesas de Asta

Hasta hace unas décadas, las únicas piezas de los siglos X y XI halladas en el municipio jerezano pertenecían al yacimiento de Mesas de Asta, población constituida por una serie de elevaciones rodeadas de marismas y localizada a once kilómetros al noroeste de Jerez. En la colina más alta, actualmente olivar del cortijo “El Rosario”, es donde la historiografía sitúa el núcleo principal de la ciudad de Asta Regia. Las diferentes campañas en el lugar, dirigidas por Manuel Esteve Guerrero durante las décadas 40 y 50 del siglo pasado, aportaron numerosas piezas cerámicas, marmóreas y de todo tipo que evidenciaban el esplendor de la urbe durante las épocas turdetana y romana. Con todo, la sorpresa de las labores arqueológicas fue el hallazgo de un importante asentamiento andalusí sobre las ruinas de aquélla, pues no se tenían noticias por aquel entonces, de que las Mesas de Asta hubiesen albergado una población de ese periodo.

Del siglo X eran, efectivamente, las ruinas de un edificio descubierto en la primera de las campañas, que Manuel Esteve relacionó con la posible residencia del señor de la villa, atendiendo al lujo de la cerámica asociada al mismo. Las paredes de la construcción conservaban restos de estuco rojo y solerías formadas por verdaderos sillares. Si bien en un principio se pensó que estos restos se correspondían con una almunia o alquería aislada, el hallazgo de otros materiales de la misma época durante la segunda campaña, en un punto diferente y distante al primero, hizo pensar a Manuel Esteve que se encontraba ante una verdadera ciudad.

De las piezas recuperadas en las Mesas por Manuel Esteve y que presentan epigrafía, destaca una botella o limeta de cuerpo cilíndrico con la leyenda al-mulk, “el poder”, escrita de modo encadenado en su superficie. El alifato de la inscripción presenta los característicos ápices triangulares del cúfico simple, escritura que se corresponde con el reinado de al-Ḥakam II (350-366=961-976). Bajo este monarca, el lema exclusivo de las cerámicas producidas en la ciudad palatina de Madīnat al-Zahrāʼ fue al-mulk. Su significado recuerda al buen creyente musulmán la omnipotencia divina, aunque ya en el siglo X en al-Andalus y en el siglo XI en Ifrīqiya la locución completa, al-mulk li-l-lāhi, “el poder es de Dios”, acabó reduciéndose a su mínima expresión, al-mulk, de ahí que se confundiera, tal vez premeditadamente, el sentido religioso con el de la mera exaltación del poder político califal de turno. El perfil de las letras se dibuja en manganeso mientras que el interior, como en la limeta de Asta, se rellena uniformemente de verde. El motivo bajo la forma encadenada es frecuente, y las cinco letras que lo conforman suelen diferenciarse sin dificultad, aunque a veces la figura 11f (kāf) mimetiza a la letra 1i (alif) del artículo de la palabra siguiente, no siendo éste el caso.

La cerámica en verde y manganeso está inequívocamente vinculada con Madīnat al-Zahrāʼ. Su aparición en al-Andalus parece iniciarse en la segunda mitad del siglo X, coincidiendo con el gobierno de al-Ḥakam II. Esta vajilla de lujo fue concebida como objeto de distinción o dádiva que el califa regalaba a sus funcionarios a modo de emblema, de símbolo o propaganda de estado que se difundió por todo al-Andalus gracias al trasvase de gobernadores de las marcas, que durante aquellos años pasaban constantemente de un lugar a otro. El color básico de esta cerámica es el blanco, el color de los Omeya, siendo el verde el del islam, el de Mahoma, fuente de legitimidad de los Banū Marwān. El morado del óxido de manganeso serviría simplemente como recurso técnico para resaltar la yuxtaposición del blanco y el verde, y no tendría por sí mismo ningún significado.

La epigrafía al-mulk es la leyenda mayoritaria inscrita en esta cerámica. La relación del término con el poder dinástico parece clara y supone a mediados del siglo X la expresión estricta y rigurosa de la legitimidad omeya, del orden califal instaurado y proclamado. Es hacia el año 336 (=947-8), momento en que la ceca se traslada de Córdoba a Madīnat al-Zahrāʼ, cuando según Barceló arranca la producción masiva de vajillas cerámicas en blanco, verde y morado. En todo ello fue primordial el papel del joven califa Abū l-Muṭarrif al-Ḥakam y su profundo interés por las actividades científicas y culturales.

Número de inventario: IG.0779.
Campaña 1945-46.
Cronología: Siglo X.
Forma o tipo: Limeta o botella
Inscripción: /Al-mulk/: el poder.
Medidas: Altura: 26,5 cm; diámetro de la base: 14 cm; diámetro máximo: 20 cm.
Bibliografía: BORREGO SOTO, M. Á. (2014): Epigrafía andalusí. Inscripciones árabes de Jerez de la Frontera, PeripeciasLibros.

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