martes, 8 de julio de 2025

Abū Ṯābit ʽĀmir b. Idrīs b. ‘Abd al-Ḥaqq, señor de Jerez (1264-1267)


La revuelta mudéjar y los voluntarios de la fe meriníes

Anticipándose a un previsible desastre que acabara con el reino nazarí de Granada y lo que restaba de al-Andalus, el sultán Muhammad I comenzó a urdir un plan consistente en la rebelión de la numerosa población mudéjar que habitaba las ciudades y fortalezas que habían quedado bajo soberanía cristiana. 

Para ello y, como medida urgente, solicitó la ayuda del sultán meriní Abū Yūsuf Ya‘qūb b. ‘Abd al-Ḥaqq, a espaldas de Alfonso X, a través de su secretario Abū l-Qāsim ʽAbd al-Raḥmān b. Yaḥyà Ibn Rabīʽ al-Ašʽarī. Este personaje fue el encargado de convocar a los meriníes y de poner en marcha a sus tribus para que fuesen a al-Andalus a combatir, escribiéndoles en más de una ocasión para estimular con ello su constancia, según nos relata el historiador al-Bunnāhī (m. dp. 1389)[1]


La petición de socorro llegó incluso a la mezquita Qarawiyīn de Fez, donde un viernes del año 662 (=4 noviembre 1263-23 octubre 1264), después de la oración, el poeta malagueño Mālik Ibn al-Muraḥḥal (604-699=1208-1300), por entonces secretario de Abū Mālik, hijo del sultán Abū Yūsuf, leyó una arenga en verso exhortando a los benimerines y a todo el islam a ayudar a los musulmanes de al-Andalus (Continente Ferrer 1973: 44-55):

La religión os ha elegido como sus defensores legítimos,
¡adelante! Si vosotros la defendéis se salvará.
No traicionéis el islam, hermanos, ensillad
y embridad vuestros caballos para ir en su auxilio.
Andalus se ha puesto bajo vuestra protección invocando
los vínculos de la religión y ¡qué excelentes son esos lazos!
Ha implorado vuestra piedad, ¡apiadaos! Pues el Misericordioso
no se apiadará de quien no se muestra misericordioso.
Andalus es un trozo de vuestra tierra, sus gentes
son tan vuestras como vosotros de ellas.
Mas ahora se encuentra cercada por infieles:
el mar y los pueblos que no son árabes son sus fronteras.
¡Ay qué desgracia, Andalus, paraíso convertido
en infierno por los enemigos!
Los infieles se han apoderado de sus ciudades,
acto de contrición deben hacer todos los creyentes
[…]

La llamada de auxilio tuvo el efecto deseado y, según la Ḏajīra al-sanīya (ed. Rabat, p. 98) e Ibn ʽIḏārī (Bayān, pp. 430 y 432, trad. II, pp. 285 y 288), las tropas benimerines, a la cabeza de las cuales estaban los hermanos Banū Idrīs, ʽĀmir y Muḥammad b. Idrīs b. ‘Abd al-Ḥaqq, entraban en al-Andalus ese mismo año 662 (=1263-1264). No obstante, Ibn Abī Zarʽ (Qirṭās, p. 303, trad. p. 575) fecha esta llegada en 661 (=1262-1263), e Ibn Marzūq (Musnad p. 101) la retrasa equivocadamente al año 664 (=1265-1266). Ibn Jaldūn (Berbères, IV, p. 48, ʽIbar, VII, p. 236), por su parte, sitúa el hecho algo antes, en 660 (=1261-1262), confundiendo la fecha con la del alzamiento de los Banū Idrīs de ese mismo año.

Efectivamente, en 660 (=1261-1262), los hermanos ʽĀmir y Muḥammad b. Idrīs b. ‘Abd al-Ḥaqq se habían sublevado en Alcazarquivir contra el sultán meriní Abū Yūsuf Ya‘qūb b. ‘Abd al-Ḥaqq, para apoyar a su primo, Yaʽqūb b. ʽAbd Allāh, sobrino a su vez de Abū Yūsuf, quien había provocado la toma de Salé por Alfonso X, razón por la que el sultán benimerín se había dirigido contra él. 

Abū Yūsuf redujo a los insurgentes en las montañas de Gumāra y, después de sofocar la rebelión, envió a al-Andalus a los sediciosos Banū Idrīs al frente de un importante contingente de poderosos jinetes voluntarios de la fe (guzāt) que engrosarían las filas del ejército del sultán nazarí de Granada Muḥammad I en su guerra contra Castilla. La decisión meriní no se correspondía sólo con un mero compromiso moral hacia sus correligionarios nazaríes; como afirma Miguel Ángel Manzano, al tiempo que los granadinos reforzaban sus tropas, el sultán Abū Yūsuf ponía en práctica un mecanismo de trasvase de elementos disidentes, es decir, desviaba a al-Andalus a una facción conflictiva de su familia que estaba causando problemas en su reinado (Manzano Rodríguez 1992: 5-8 y 324-325).

Las fuentes castellanas también se hacen eco del hecho, relatando la Crónica de Alfonso X cómo Muḥammad I:

"mandó rogar a Abén Yuçaf que le enviase alguna gente en su ayuda, y le envió a mil caballeros y vino por cabdillo dellos vn moro que era tuerto del vn ojo e dezían que era de los más poderosos que avía y allén la mar. Et según lo que se falló en escripto, dizen que éstos fueron los primeros caballeros ginetes que pasaron aquén la mar después quel rey Miramamolín fue vençido (CAX, cap. XII, p. 37)."[2]

Del mismo modo, el Libro de los hechos de Jaime I (cap. 378, pp. 414-415) confirma que "las desavenencias entre el rey de Castilla y el de Granada habían provocado que el nazarí se procurara la ayuda de los moros de ultramar, quienes infiltraban jinetes en su tierra; también se decía que, con el tiempo, podrían recuperar toda la tierra del rey de Castilla y todo lo que habían perdido, ante Nos u otros, en toda Andalucía."

Los textos árabes coinciden en que unos tres mil soldados cruzaron el Estrecho, salvo Ibn ʽIḏārī que afirma que pasaron trescientos, cifra mucho menos descabellada. Los contingentes fueron recibidos en Tarifa con toda clase de honores por Muḥammad I, quien los acuarteló en Málaga hasta nueva orden, aunque sabemos por la Ḏajīra al-sanīya (ed. Rabat, p. 100) que al poco de su llegada a al-Andalus, el mismo año 662 (=1263-1264), el capitán de estos voluntarios de la fe (guzāt), Abū Ṯābit ʽĀmir b. Idrīs b. ‘Abd al-Ḥaqq, había lanzado ya alguna algarada contra Jerez, llegando a entrar por la fuerza en su arrabal, acompañado de los fieles de las tribus del Magreb.

Alfonso X, que por entonces estaba en Sevilla, había sido informado de los movimientos del nazarí y, según el Libro de los hechos de Jaime I, desafió al rey de Granada por haber pasado un gran número de jinetes a escondidas (cap. 378, p. 415). En algún momento de ese año 662 (1263-1264), como señala Ibn ʽIḏārī, citó a Muḥammad I en la capital hispalense con la excusa de negociar las cláusulas del pacto de Jaén de 1246, al que le restaba poco más de un año para expirar. En realidad, Alfonso X le preparaba una emboscada para acabar con él. 

El episodio supuso la ruptura definitiva de las relaciones entre Castilla y Granada, y aceleró los planes de Muḥammad I. Tras escapar de Sevilla, donde a punto estuvo de caer prisionero y, probablemente, morir ejecutado, llegó a Madīnat Ibn al-Salīm (la actual Medina Sidonia). Una vez allí, "con el corazón dilatado y el pecho sano y salvo, al ver que había estado al borde de la muerte y Dios lo había salvado, ordenó a los habitantes de dicha localidad y de aquellas zonas, que se encastillasen y amurallasen, y se marchó recorriéndolas a Granada. Supieron los musulmanes que había partido del rey Alfonso sin firmar treguas ni acuerdos, por lo que empezaron a encastillarse por sí mismos y a amurallarse."[4]

La guerra debió de iniciarse, como afirma Ballesteros Beretta (1963: 369-370), entre abril y junio de 1264. Los mudéjares, con el apoyo de tropas nazaríes y meriníes, iban a ser el detonante de la misma, desde Jerez hasta Murcia, focos principales del levantamiento. La Crónica de Alfonso X (cap. X, p. 30) confirma que:

"los moros del regno de Murçia e de todos los otros lugares que el rey avía ganado ouieron fabla de consuno e enbiaron sus mandaderos a Abén Alhamar e pusieron postura que en vn día se alçasen todos al rey don Alfonso et en aquel día començase el rey de Granada la más fuerte guerra que pudiese fazer, e cada vnos de los otros eso mesmo."

El Libro de los hechos (cap. 378, p. 415) coincide también en que el rey de Granada había convenido con todos los castillos y las villas que tenía el rey de Castilla donde hubiera moros -incluido Sevilla, donde había un gran número- que en un día determinado se levantasen todos y atacasen a los cristianos, que el rey de Castilla y su mujer fueran hechos prisioneros y se recobrasen de golpe todas las villas y castillos. En la capital hispalense, sin embargo, el plan de apresar y asesinar al rey Alfonso X y su familia fue descubierto y abortado. Por el contrario, en Jerez y las poblaciones de su entorno, el levantamiento se saldó con un rotundo éxito. Es de nuevo el Libro de los hechos (cap. 378, p. 415) el que confirma este extremo, afirmando que:

"si no le hubiesen descubierto al rey de Castilla el complot de Sevilla, habrían podido perder la vida él, la mujer y los hijos. Pero, aunque se salvó Sevilla -es decir, no se levantaron ahí los sarracenos, aun habiendo una gran multitud dentro-, en tres semanas perdió el rey de Castilla trescientos lugares, entre ciudades, villas grandes y castillos." 

Con todo, la guarnición castellana que defendía el alcázar de Jerez resistió más de lo esperado. Según la cantiga 345 de Alfonso X, "los mouros habían levantado un muro entre el alcázar y la villa, muit' ancho e fort' e duro", desde el que comenzaron a combatir a los cristianos, dato que coincide con la Crónica del rey Sabio, que narra cómo, efectivamente, los mudéjares "çercaron el alcáçar sin dejar de hostigarlo, de día y de noche, ni dar tregua a los de dentro.". Mientras esto sucedía, y como afirma Ibn ʽIḏārī, las tropas nazaríes y meriníes que Muḥammad I enviaba como refuerzo, se desplazaban de Málaga a Jerez para conseguir en su campaña sus anhelos y su propósito (Bayān, II, trad. 275 y 288).


Si bien la Crónica del rey Sabio, que sitúa erróneamente este acontecimiento en 1262, da una versión casi legendaria y heroica de la defensa y pérdida de la fortaleza jerezana por parte de los cristianos, los hechos debieron de parecerse más a lo narrado por la cantiga 345. Según este texto, don Nuño González de Lara, tenente del alcázar jerezano desde 1261, incapaz de soportar el asedio que sufría, pidió ayuda al rey, que no dudó en enviársela desde Sevilla. Una vez llegada la caballería de socorro, don Nuño les advirtió de que, a pesar del auxilio recibido, la defensa del alcázar jerezano era imposible y no quería morir allí, por lo que huyó de la ciudad cediéndoles la plaza. Los de la hueste, atemorizados, decidieron asimismo marcharse y dejar en el castillo "poucos omes; e leixaron / maos e tan mal aguisados, e assi o aguisaron / que ante de meyo día / s'ouv' o castel a perder.".

En efecto, con la llegada del ejército nazarí, comandado por el poderoso arráez Abū Isḥāq Ibrāhīm b. Išqaylūla, y la ayuda de los voluntarios magrebíes, capitaneados en el caso de Jerez por ʽĀmir b. Idrīs b. ʽAbd al-Ḥaqq, de los Banū Marīn, la fortaleza de Jerez era finalmente recuperada para el islam tras casi tres años en manos cristianas y varias semanas de incesante asedio que, según Gonzalo de la Hinojosa y otras fuentes de la historiografía jerezana, incluyeron la construcción de túneles para acceder a ella y conquistarla. Según la Ḏajīra al-sanīya (ed. Rabat, p. 101), el viernes 13 de sawwal de 662 (= 8 de agosto de 1264) ʽĀmir b. Idrīs b. ‘Abd al-Ḥaqq, sacó a los cristianos de la alcazaba de Jerez y se enseñoreó en ella durante "tres años menos veintidós días.", es decir, hasta medidados de julio de 1267.[5]

Lápida meriní hallada en la iglesia de San Dionisio de Jerez
y que se expone en el Museo Arqueológico Municipal de la ciudad
(n.º inventario: IG. 0837)

Banu Išqaylūla versus Banū Idrīs: celos, traiciones y firmas de paz

La participación de los contingentes norteafricanos en la revuelta mudéjar, según García Fitz (2002: 224-225), requirió una modificación de la estructura y los recursos financieros del ejército granadino. Estos cambios dieron un giro ostensible a la influencia de los Išqaylūla en un área de poder que siempre había estado en sus manos y sobre la que se asentaba el equilibrio del estado nazarí desde sus orígenes. Así, es probable que los Banū Idrīs meriníes terminaran por hacerse con el control de las operaciones y, también, de las zonas que habían conquistado, por ejemplo, y como hemos visto, la importante y estratégica ciudad de Jerez y toda su comarca, y que los Išqaylūla permanecieran al margen de este reparto.

Del mismo modo, Abū Muḥammad ʽAbd Allāh b. Išqaylūla, que se encontraba en Murcia, adonde lo había encomendado Muḥammad I, habría perdido su autoridad sobre Málaga a favor también de los Banū Idrīs. Por ello, tras su humillante salida de la alcazaba murciana, pactada a sus espaldas por Jaime I y los moros de la ciudad (Crónica de Jaime I, caps. 434-442, pp. 458-463), que habían decidido conjuntamente expulsar al sarraceno que el rey de Granada había dejado como alcaide en Murcia, Abū Muḥammad regresó a Málaga con la intención de recuperarla y, junto a su hermano Abū Isḥāq Ibrāhīm, jefe del ejército meriní, y sus sobrinos, los arráeces de Guadix, ʽAlī y ʽAbd Allāh, hijos de Abū Isḥāq, se declaró en rebeldía contra la autoridad granadina.

El rey de Castilla no dejaría pasar la ocasión de aprovechar los efectivos y bases territoriales que le ofrecían los sediciosos hacia el nazarí, y de debilitar a Muḥammad I en su propio reino apoyando a sus enemigos, así que atendió la petición de socorro de los Banū Išqaylūla, poniendo en marcha la maquinaria diplomática, que incluyó también varios encuentros entre Abū Isḥāq y la soldadera María Pérez, tal vez dirigidos, como señala Menéndez Pidal (1969: 123-124), a allanar cualquier diferencia con el arráez moro. Este personaje, apodado "la Balteira", aparece por vez primera en la corte de Fernando III, aunque su fama le llegó durante el reinado de Alfonso X. Independientemente de su vida licenciosa, que consistía básicamente en hacer más llevaderas las largas jornadas del frente de guerra a las tropas cristianas, sabemos que también tuvo tratos con los moros de la frontera y que actuó como agente del rey Sabio durante la rebelión de los Banū Išqaylūla. Según una tensó galaico-portuguesa contemporánea a los hechos, en la que dialogan los poetas Pedro Amigo y Vaasco Pérez, la Balteira, tras una vida repleta de escarceos amorosos, foi pois um patriarca buscar, / fi'de'Escalhola […], quien en Jaen / e em Eixarês […] se fez muito mal (Rodrigues Lapa 1970: 620-621; vid tb. Ballesteros Beretta 1963: 380-381; y Rubiera Mata 1983: 91). Las últimas alusiones al mucho mal que hizo este Išqaylūla, probablemente Abū Isḥāq, se refieren sin duda a sus exitosas actuaciones al frente del ejército nazarí durante la revuelta mudéjar, tanto en la campaña de Jerez de 1264, como en la batalla de Alcalá de Benzaide, cerca de Jaén, del verano de 1265, en la que las tropas musulmanas masacraron a las castellanas de Alfonso X.


El efecto de la alianza entre Alfonso X y los Banū Išqaylūla desequilibró la posición militar y política de Muḥammad I, que terminaría perdiendo el apoyo de su propio ejército, comandado por Abū Isḥāq, ahora enfrentado a él. Contento por esta señal de división entre los nazaríes, el monarca castellano envió a don Nuño González de Lara al frente de mil caballeros para garantizar a los arráeces su protección y resistencia ante la esperada respuesta del nazarí quien, según la Ḏajīra al-sanīya (ed. Bencheneb, p. 127, ed. Rabat, p. 112) estuvo tres meses del año 665 (=1266-1267), asediando sin éxito Málaga para arrebatársela a los Išqaylūla. Tras este fracaso, y temiendo un ataque conjunto y definitivo de las fuerzas castellanas y las de los Banū Išqaylūla contra Granada, Muḥammad I concertó con Alfonso X un encuentro para acordar la paz.

Las vistas se celebraron entre la segunda mitad del mes de mayo y junio de 1267. Gracias a diversos privilegios y cartas emitidos desde Jaén, sabemos que el rey Alfonso X ya se encontraba en esa ciudad a principios de mayo, desde la que debió de desplazarse poco después a la cercana población de Alcalá de Benzaide, donde permaneció hasta finales de junio negociando las treguas con Muḥammad I y el hijo de éste (Cf. González Jiménez y Carmona Ruiz 2012: 383-384). 

Tanto Ibn ʼIḏārī (Bayān, II, trad. p. 337) como la Ḏajīra al-sanīya (ed. Rabat, p. 112) coinciden en señalar que la guerra se prolongó tres años (662-665=1264-1267), y que finalizó con la firma del Tratado de Benzaide en 665 (2 octubre 1266-21 septiembre 1267), que supuso para el rey de Granada, Muḥammad I, la pérdida de unas cuarenta localidades amuralladas del país musulmán. Según estos mismos textos, la mayor parte de estos enclaves se encontraban al oeste de al-Andalus, y en ellas se incluían Jerez, la ciudad y la fortaleza, Medina Sidonia [Madīnat Ibn al-Salīm], Alcalá, Vejer y otras. La Ḏajīra al-sanīya va más allá incluso afirmando que la suma de lo que entregó Muḥammad I a Alfonso X del país de los musulmanes, entre esas ciudades mencionadas y otras muchas fortalezas, fue de cien lugares amurallados, y otros cinco en el este de al-Andalus. Aunque el número de plazas rendidas por el nazarí nos parezca exagerado, conviene recordar lo dicho por el Libro de los hechos de Jaime I, acerca de la pérdida de trescientos lugares, entre ciudades, villas grandes y castillos, por parte de los castellanos en las tres primeras semanas de la revuelta mudéjar (cap. 378, p. 415).

Los puntos en los que consistió exactamente el pacto de Benzaide no aparecen en estas obras que, como vemos, se limitan a destacar la cantidad y los nombres de algunas de las poblaciones a las que Muḥammad I debió renunciar a cambio de la paz con los cristianos. Con todo, la información se puede ampliar gracias a la Crónica de Alfonso X (Cap. XV, pp. 40-43), que menciona otro de los requisitos que el cristiano reclamó al monarca granadino para acceder a sus demandas: el pago de doscientos cincuenta mil maravedíes al año en parias a Castilla. El rey de Granada había solicitado a Alfonso X que desamparase a los Banū Išqaylūla, "que tanto danno le fazían en la tierra", y aquél se comprometió a hacerlo, con la condición de que Muḥammad I les diese un año de plazo para entrar de nuevo en su obediencia y aceptara las contraprestaciones que se le exigían, esto es, el citado pago de un tributo anual y, como leemos en Ibn ʽIḏārī y la Ḏajīra al-sanīya, la renuncia a todas las fortalezas y ciudades aludidas del occidente de al-Andalus que aún permanecían bajo control de los nazaríes o de los Banū Idrīs meriníes.


Al mes siguiente de la firma de estos acuerdos, Abū Ṯābit ʽĀmir b. Idrīs b. ‘Abd al-Ḥaqqdejaría a su suerte a la ciudad de Jerez, y Alfonso X procedería a su conquista y la de su amplia comarca. A pesar de que no contó con el apoyo de las tropas de Muḥammad I para su defensa, la población resistió varios meses, probablemente gracias al apoyo de la guarnición meriní que custodiaba su alcázar y protegía su extensa zona de influencia desde hacía tres años. La Crónica de Alfonso X que, sin embargo, asevera erróneamente que los hechos se produjeron en 1264, describe con detalle cómo aconteció la toma definitiva de Jerez por los cristianos. Así, sin especificar día y mes, narra cómo el rey Sabio salió de Sevilla con su hueste "e fue cercar la villa de Xerez. E desque y llegó, mandó poner muchos engenios derredor de la villa, que tiraban a las torres e al muro e facían grand daño, e duró la cerca desta villa cinco meses (CAX, cap. XIV, pp. 38-40). No obstante, el asedio debió de prolongarse menos tiempo, pues se iniciaría poco después de los acuerdos de Benzaide, es decir, en julio de ese mismo año, y terminó con éxito a principios de octubre. Efectivamente, sabemos gracias a un par de documentos enviados desde allí a los frailes del monasterio de Aguilar de Campóo (AHN, Clero, carp. 1658, nos. 19 y 20), que el día 2 de octubre de 1267, Alfonso X se encontraba ya en su campamento a las afueras de Jerez, dirigiendo el final de las operaciones.


[1] Su biografía aparece en la Marqaba de al-Bunnāhī, p. 115, donde se dice que fue secretario del sultán Muḥammad I en el tiempo en que éste convocó a los meriníes para que viniesen al reino nazarí a luchar por la fe, escribiéndoles en más de una ocasión para estimular con ello su constancia. Las primeras tropas meriníes llegaron a al-Andalus hacia el año 662 (=1263-64), fecha en la que Muḥammad I recibió a los contingentes de combatienes de la fe enviados por el sultán Abū Yūsuf, según afirma Ibn ʽIḏārī (Bayān, almohades, Beirut, 1985, 430, 432-2). Vid. tb. Bárbara Boloix Gallardo 2006: 437-8, nº 976.

[2] Esta fuente sitúa erróneamente el llamamiento de Muḥammad I al ejército meriní cuando la revuelta mudéjar ya se había iniciado.

[3] Trad. Huici Miranda

[4] Ibn ʽIḏārī, Bayān, II, trad. Huici Miranda: 285.

[4] Ḏajīra: 100-101; Ibn ʽIḏārī, Bayān, II, trad. Huici Miranda: 275 y 288. La cantiga 345 de Alfonso X también cuenta entre los versos 16 y 19, que el rey Sabio dous anos avia, ou ben tres, que gaannara / Xerez e que o castelo de chrischâos ben pobrara ; / pero a vila dos mouros como y estava leixara, / e avêo que por esto a ouvera pois a perder. Cf. Montoya Martínez, J. 1983. “Las Cantigas de Santa María fuente para la historia gaditana”. En Cádiz en el siglo XIII. Cádiz. Universidad de Cádiz: 173-205.

Para saber más: 

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