El título de esta entrada se refiere al artículo homónimo escrito por el profesor e historiador del Arte Fernando López Vargas-Machuca, compañero del Centro de Estudios Históricos Jerezanos, en Trocadero, Revista del Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte, de la Universidad de Cádiz.

El trabajo habla de los restos aparecidos en 2019 a los pies de la torre de la Catedral de Jerez de la Frontera, bajo la piel del edificio que conocemos como Casa del Abad, y que se corresponden con el patio de la mezquita que los castellanos utilizaron como Iglesia Mayor. Paralizadas las obras de rehabilitación del conjunto, el autor del artículo cree que es el momento oportuno para hacer un repaso de las diferentes posturas historiográficas en torno a la ubicación de la aljama de la antigua Šarīš y, sobre todo, para ofrecer una serie de reflexiones desde el campo de la Historia del Arte que puedan contribuir a abrir nuevas vías de investigación sobre la arquitectura islámica de la ciudad.
Si bien siempre es bienvenida una publicación sobre la historia de la Jerez andalusí, ésta a la que nos referimos de López Vargas-Machuca, resulta muy desacertada, pues amén de equivocar la fecha de entrada de los almohades en al-Andalus (no fue en 1165), y creer que el muro que se encontró en la intervención de Gema Jurado en 2011 perteneció a la mezquita y no, como sospecha esta investigadora, al proyecto de catedral renacentista, por cierto magníficamente estudiado por
Esperanza de los Ríos), el artículo avanza poco en la investigación y expone, sin citarlas, algunas de las conclusiones ya adelantadas hace más de diez años en el
Congreso del 750 Aniversario de la Conquista de Jerez por Miguel Ángel Borrego Soto, uno de los responsables, junto a José María Gutiérrez López, de los primeros trabajos que
se hicieron in situ en el lugar. En el fragmento del vídeo de aquella conferencia, adjuntado más abajo, aunque se deslizan algunos errores hoy superados, sobre todo debidos a que apenas se llevaba un año de estudio en el lugar, ya se muestra un primer estado de la cuestión y las también primeras reflexiones sobre todo aquello, incluyendo un plano de la posible planta de la mezquita sobre el que hoy en día tenemos serias dudas al saber que el recinto era más amplio. Aquellas reflexiones y conclusiones se recogieron en el
Proyecto de Intervención que firmamos y entregamos los miembros del equipo de investigación en marzo de 2015 en las oficinas del
Obispado de Jerez, y asimismo, en las páginas 5 a 7 del
Proyecto de Demolición del edificio, firmado por el arquitecto Miguel Ángel López Barba, en el que José María Gutiérrez López y un servidor figuramos como agentes intervinientes ofreciendo apoyo historiográfico. Este último documento, visado en el
Colegio Oficial de Arquitectos de Cádiz, se encuentra disponible en sus archivos desde ese mismo año.
También sobre el edificio de la Casa del Abad y nuestras indagaciones en el enclave, se publicó en este mismo blog, con fecha 31 de agosto de 2022, el artículo
"Algunas aclaraciones sobre la mezquita aljama de Jerez", en el que se corrigen los antiguos errores y se añaden nuevas conclusiones, similares a las que leemos en el texto de Fernando López Vargas-Machuca quien, no obstante, omite la alusión a nuestro texto, así como a la citada conferencia de febrero de 2014, o a mi reciente trabajo
"La ciudad andalusí de Jerez. Síntesis histórica (ss. VIII-XIII)" (2023), en el que se habla también de la mezquita mayor jerezana, concretamente en las páginas 45-46 y nota 11.
En definitiva, la investigación histórica requiere, ante todo, rigor, honestidad intelectual y respeto por el trabajo de quienes han dedicado años a escudriñar las fuentes y a desentrañar el pasado. En el caso que nos ocupa, resulta evidente que el artículo de Fernando López Vargas-Machuca, además de contener errores de base que distorsionan la interpretación histórica de la Jerez andalusí y su mezquita mayor, presenta un grave problema de ética académica al reproducir, sin citarlas, conclusiones previamente presentadas en diversas publicaciones y conferencias de quienes hemos trabajado directamente en este enclave durante años.
La apropiación indebida de ideas ajenas, disfrazada de novedad, no solo menoscaba el esfuerzo colectivo de los investigadores que hemos dedicado tiempo y recursos a este tema, sino que también entorpece el avance de la historiografía. No se trata únicamente de una cuestión de egos o de prestigio, sino de mantener la integridad del conocimiento y la credibilidad de la comunidad científica.
Reivindicamos, pues, la importancia de citar las fuentes originales y de reconocer el trabajo previo, no como un formalismo académico, sino como un principio básico de cualquier disciplina que aspire a construir un saber sólido y respetable. Lamentamos que este artículo no haya estado a la altura de dichos principios, y esperamos que futuras aportaciones sean más respetuosas con el esfuerzo de quienes llevamos años desentrañando la historia de Jerez con el rigor que merece.
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