La expresión "manipula, que algo queda" sabemos que se refiere a la estrategia de distorsionar o alterar la información sobre algo o alguien con el objetivo de influir en la percepción pública, bajo la premisa de que, aunque la manipulación sea descubierta, parte de su efecto persiste en la opinión de las personas.
Ésta ha sido la táctica que lleva utilizando conmigo, y desde hace unos ocho años ya, Fernando López Vargas-Machuca. La última ayer, en una extensa entrada donde trata de justificar por qué en su artículo sobre la mezquita aljama de Jerez, no cita los documentos y artículos que, en su momento, publicamos José María Gutiérrez y yo con nuestras conclusiones acerca de los restos analizados en la casa del Deán.
No me detendré en desmentirle a Vargas-Machuca lo que vuelve a decir sobre lo que, malintencionadamente, él considera plagio a las hipótesis del profesor Joe O'Callaghan en mis publicaciones sobre la fecha de conquista de Jerez por Alfonso X, puesto que, aparte de ser falso, ya hablé de ello claramente hace tiempo en esta otra entrada de mi blog. Tampoco me explayaré en esa otra mentira que cuenta acerca de que sólo he citado el trabajo del Padre Repetto sobre la Jerez musulmana en mi reciente artículo de la revista Ceretanum de 2023, puesto que ya en 2004 lo hice donde también era oportuno, en mi trabajo sobre los sabios musulmanes jerezanos:
De hecho, también aprovechó aquella publicación para, una vez más, difamar, no sólo de mí, también de nuestro compañero en el Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Juan Félix Bellido ("chuflas" nos llamaba), y además poner en duda aquel trabajo y la calidad y credibilidad de la revista de la Real Academia San Dionisio, que presentaba entonces su primer volumen.
En definitiva, un texto en el que su autor manipula y falsea algunos datos, y en el que, como apuntaba más arriba, trata de justificar por qué obvia la referencia al trabajo que desarrollamos José María Gutiérrez y yo entre 2013 y 2015 en el solar de la plaza de la Encarnación. Sigo pensando que, éticamente, es una obligación hacerlo, un ejemplo de buena práctica académica, pues las conclusiones a las que llega en su artículo, Vargas-Machuca las basa en las que lee en otros documentos o en informaciones orales que, a su vez, parten de lo que publicamos nosotros, con mejor o peor fortuna, en los proyectos de intervención y de demolición parcial que se encuentran depositados en el Obispado de Jerez y en el Colegio Oficial de Arquitectos de Cádiz, donde pueden consultarse libremente.
Sirva esta breve réplica para reiterarme en la idea de que la labor de investigación histórica exige rigurosidad, respeto por las fuentes y reconocimiento del trabajo previo de otros estudiosos. Cuando estas premisas se ignoran, no sólo se desvirtúa el relato histórico, sino que también se perjudica la construcción de un conocimiento colectivo fiel y honesto.
En este caso, he mostrado cómo Fernando López Vargas-Machuca ha optado por la omisión deliberada de referencias esenciales, la manipulación de hechos y la difusión de afirmaciones inexactas, todo ello con el fin de desacreditarme y, con ello, mis contribuciones académicas y las de José María Gutiérrez López acerca de la mezquita mayor de Jerez. Más allá de las diferencias de criterio que puedan surgir en cualquier investigación, resulta fundamental recordar que la honestidad intelectual y la ética profesional no son valores opcionales, sino pilares indispensables para el progreso del saber histórico.
Mientras algunos eligen desdibujar los límites de lo veraz y lo justo, otros seguiremos apostando por el rigor y la transparencia. La Historia, como disciplina, no merece menos. Y quienes dedicamos nuestro esfuerzo a su estudio tenemos la responsabilidad de defenderla de quienes, con actitudes como las aquí denunciadas, intentan restarle credibilidad.
Por ello, lejos de disuadirme, este episodio refuerza mi compromiso con la investigación seria y bien fundamentada. Continuaré contribuyendo al conocimiento del pasado de Jerez con el mismo empeño que hasta ahora, sin dejar que estas desafortunadas prácticas desmerezcan ni un ápice el valor del trabajo que hemos realizado y seguiremos realizando.
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