lunes, 19 de septiembre de 2022

De Asidon a Šiḏūna. La ciudad del tell de Doña Blanca (Sierra de San Cristóbal, El Puerto de Santa María, Cádiz)


BORREGO SOTO, Miguel Ángel (2013). La capital itinerante. Sidonia entre los siglos VIII y X. Colección A de al-Andalus, nº 1. La Presea de Papel. Jerez de la Frontera.

Aunque este trabajo aborda, básicamente, como ya hice en dos artículos anteriores (uno de 2007, otro de 2009, y un tercero posterior, de 2015), la cuestión de la itinerancia de la capitalidad de la cora de Sidonia que ostentaron las medinas de  ŠiḏūnaQalsāna Šarīš entre los siglos VIII y X, uno de sus puntos más interesantes radica, no obstante, en el intento de localizar el emplazamiento real de la primera de ellas.

La cuestión, como se apunta en el libro, no es nueva ni original, pues comienza a plantearse en el siglo XVIII. Señala Jesús Salas Álvarez en su magnífica tesis doctoral, publicada en 2010 bajo el título La arqueología en Andalucía durante la Ilustración (1736-1808), que la aparición en aquella centuria de la España Sagrada de Enrique Flórez supuso un punto de inflexión para las investigaciones de geografía histórica peninsular que se desarrollaban por entonces. La obra, que estudiaba los anales de las distintas sedes episcopales españolas, se convirtió en referencia obligada para toda la erudición local andaluza de la segunda mitad de aquella centuria y sirvió, además, de acicate para la publicación de nuevos trabajos en los que se intentaba rebatir o corroborar las apreciaciones del propio Flórez. Ello llevó, en algunos de los casos, a agrios debates de carácter histórico y geográfico, entre los que sobresale el relacionado con la exacta ubicación de Asidon, la Asido Caesarina romana y Šiḏūna árabe posteriores. 

Rodrigo Caro había sostenido el posible origen fenicio de Medina Sidonia, sobre la que posteriormente se fundaría, en tiempos de Julio César, la colonia romana de Asido Caesarina. El hecho lo corroborarían, según este autor, los hallazgos de las inscripciones CIL II 1313 [M(arco) Antonio M(arci) f(ilio) / Gal(eria) Syriaco IIvir(o) / mun(icipii) Aug(usti) Gad(itani) / d(ecreto) d(ecurionum)], II 1318 [M(arco) Cassio M(arci) f(ilio) Gal(eria) Sabino / Fabius Capito frater], II 1320 [Clodia (G)lucera] y II 1324 [L(ucio) Fabio L(uci) f(ilio) Gal(eria) / Capitoni / amico optumo(!) / L(ucius) Aelius / Rocianus] que vendrían a confirmar, a su vez, los textos de Plinio y Ptolomeo, ya que para el propio Caro el nombre Medina es árabe, y según los que entienden esta lengua, significa ciudad; el renombre Sidonia es derivado de Asido o Asidonia, que fue su antiguo apellido. Asimismo, Caro defendía la pronta cristianización del lugar, que albergó un obispado cuya figura relevante, en el siglo VII d.C., fue Pimenio, promotor de una importante política de fundación de edificios religiosos, como demostraban los epígrafes encontrados en Utrera, la propia Medina Sidonia y Vejer de la Frontera.

Ante estos argumentos, la iglesia jerezana reaccionó reivindicando la identificación de Jerez de la Frontera con la antigua Asido, en un intento de hacerse con la silla episcopal anterior a la llegada de los musulmanes, y que tras la conquista cristiana de la zona había pasado a la ciudad de Cádiz. Los encargados de realizar esta labor fueron Francisco de Mesa Xinete, canónigo de la Colegiata de Jerez, y Jerónimo de Estrada, rector en el Colegio de la Compañía de Jesús de Arcos de la Frontera. Ambos consiguieron, en mayo de 1753, que el Cabildo Municipal ordenase la recogida de todas las estatuas e inscripciones existentes en la ciudad y fueran depositadas en el edificio renacentista del Cabildo Viejo. Toda esta documentación arqueológica, junto a la información de la Crónica de Alfonso X el Sabio, o la del Moro Rasis, entre otras, se remitieron a Enrique Flórez, quien las incluyó en el Tomo X de su España Sagrada, donde desechó la común idea de la localización de Asido Caesarina en Medina Sidonia que había defendido en otros trabajos, para situarla, por el contrario, en el solar de Jerez de la Frontera. Debido a la autoridad que en cuestiones de historia de las sedes episcopales tenía la obra de Flórez, sus tesis supusieron un respaldo casi oficial a la pretensión de la jerarquía eclesiástica jerezana.

Sin embargo, cuando el jerezano Bartolomé Gutiérrez termina el volumen primero de su Historia de Jerez allá por 1757, llega a la conclusión de que Jerez no pudo ser nunca la sede de la silla asidonense, puesto que la antigua Asido se encontraría en el cercano pago de Sidueña, del lado de allá del puente de Guadajabaque, lugar donde apareció una necrópolis durante los trabajos para la Real obra del arrecife o nuevo camino hacia El Puerto de Santa María, en mayo de 1756, que Gutiérrez creyó de origen romano o incluso anterior.  

Arroyo del Carrillo desde la Sierra de San Cristóbal con Jerez al fondo
Fotografía: blog Entorno a Jerez (hnos. García Lazaro)

Según se extrae de la descripción y los dibujos que el propio Bartolomé Gutiérrez hace de los hallazgos, los restos no sólo pertenecen a cadáveres de origen romano y visogodo, sino también a los del probable cementerio musulmán de la ciudad de Šiḏūna, que reutilizaba una zona de enterramientos anterior. Los cuerpos fueron descubiertos cerca del arroyo de Mata Rocines (hoy del Carrillo), muy próximo a la población de la antigua Asido que, poco más allá en la falda de Sidueña (de donde tomó el nombre de Pago), estuvo fundada. En el lugar se encontraron cenizas y huesos de unas personas humanas (sic) […] con dos piedras, a la cabecera una y otra a los pies, pero sin rótulos, y entre las cenizas […] una moneda muy carcomida y corroída, confusa en la una parte más que la otra. Según Bartolomé Gutiérrez, la moneda estaba debajo de una teja y el cuerpo se apoyaba sobre el lado izquierdo, los pies al oriente y la cara al norte. Unas semanas más tarde, concretamente el sábado 5 de junio de ese mismo año de 1756, se halló otro enterramiento con la misma fábrica y un cuerpo convertido ya hasta los huesos en polvo, que se deshacía conforme lo tomaban, y todos estos sepulcros –concluye Gutiérrez- están de oriente a poniente y los pies al nacer del sol. Todo esto se ha hallado en un propio sitio y poco distantes los unos de los otros, pues en el espacio de media aranzada de tierra se han visto éstos, indicando sería aquel sitio enterramiento común de aquella cercana población.


Dibujo de uno de los enterramientos hallados en la Sierra de San Cristóbal
Bartolomé Gutiérrez

Es también Bartolomé Gutiérrez quien nos describe la Sierra de San Cristóbal y Sidueña hablando primero del castillo de Doña Blanca, del que se veían todavía sus circuitos de muros, sus pedazos de elevada torre, repartimiento de habitaciones, entradas y salidas. Está situado entre el Puerto de Santa María y Jerez; mas pertenece hoy al termino del Puerto dicho; llámase aquel pago de Sidueña, en cuya cercanía, más a la falda del castillo, estuvo la antiquísima y famosa ciudad de Asido, de cuyo nombre se derivó el de Sidueña […].

Pero lo realmente curioso de este pasaje es la localización, en la cima de esta dicha sierra, que hoy se llama de San Cristóbal, de las ruinas de otro antiguo castillo, y junto a él una antigua capilla derribada que era de la advocacion del dicho santo que le dio últimamente el nombre a dicha sierra. Esta fortaleza y capilla conservan las memorias de aljibes y subterráneos que son indicios de su vejez y fuerte habitación y por estar en lo más encumbrado descuellan tanto sus ruinas que se registran en toda la costa y tierra adentro como fábrica muy precisa para la vela y guarda de este país. La mencionada capilla de San Cristóbal aparece dibujada en la vista de Jerez de Anton Van de Wyngaerde de mediados del siglo XVI. Ésta y otras ermitas que hubo en esa sierra, como la de Santa María de Sidueña o la de La Piedad, junto a los restos de túmulos y otros edificios religiosos o de culto de la Edad del Bronce y de época fenicia y visigoda, revelan el carácter sagrado y espiritual que este enclave ha mantenido a lo largo de los siglos.

Vista parcial de Jerez por Anton Van de Wyngaerde
Al fondo, sobre la Sierra de San Cristóbal, y marcada con el nº 6,
la capilla del mismo nombre, hoy desaparecida

La cuestión tomaba una nueva deriva y el sevillano José del Hierro (1767), en un interesante documento rescatado por Jesús Salas Álvarez, se unía a las tesis de Bartolomé Gutiérrez afirmando que la asonancia de nombre ha arrastrado a muchos a situar este pueblo en Medina Sidonia, pero allí no ocurren las señas que de él dan los autores. Medina no cae en los Turdetanos en cuyo cantón situó Ptolomeo a Asidonia que él llama Asindum. No puede ser Medina el último pueblo del convento jurídico hispalense después de Obona y Asta, como sitúa Plinio a Asido, pues Medina estuvo en los Túrdulos-Bástulos y tocó al convento jurídico gaditano. Medina no estuvo mediterránea, respecto de los esteros del Betis, que es otra señal de Asido en Plinio. El sitio en que todas ellas se verifican es en aquella cumbre de Buena Vista [se refiere al cortijo del mismo nombre, en la Sierra de San Cristóbal], que está entre el Puerto de Santa María y Jerez. Allí junto a la venta se ve todavía el diente de un torreón de Asido, que aún hoy llaman Sidueña las Huertas, que están de allí al Guadalete; y en la ermita de la Piedad se conservan aún algunas piedras de romanos. Con que aquí fue Asido, y por consiguiente fue silla obispal en tiempo de Godos. Ni prueba lo contrario la lápida de Pimenio obispo asidonense, que se conserva en la ermita de Santiago de Medina; como ni prueba otra que se halla del mismo obispo, en una ermita de San Ambrosio cerca del mar. Lo más que prueban que uno y otro sitio tocaba a la jurisdicción del obispado asidonense, cuyo término era muy dilatado, y estaban en él Arcos y Medina, y todo él se llamaba término de Sidonia como consta de los privilegios de don Al[f]onso el Sabio.

Coincidentes con esta idea se mostraron los portuenses Anselmo Ruiz de Cortázar, también en el siglo XVIII, y Pedro A. de Castro (1868). En la obra del primero, leemos que al recopilarse algún día la historia de todas las dominaciones debe entenderse una misma poblacion Thartesio, Sidonia, Asido Cesariana, Sidona o Asidona, Saduña o Xeduna y hoy Sidonia o Sidueña, y de ninguna manera Jerez, ni Medina Sidonia […].

En las primeras excavaciones arqueológicas del tell de Doña Blanca, dirigidas por el catedrático de la Universidad de Cádiz Diego Ruiz Mata a mediados de los años 80 del pasado siglo XX, se hallaron los restos de una importante ciudad fenicia, probablemente la Asidon de las fuentes, junto a otros de origen romano, visigodo y andalusí. El material más arcaico de esta última época se descubrió en silos de almacenaje de los períodos emiral y califal que contenían cerámicas y piezas propias del ajuar doméstico, con alguna moneda fechable en el siglo VIII. Junto a ellos, también se pusieron al descubierto viviendas e, incluso, una callejuela. El nombre de la extensa zona donde se localiza este importante yacimiento es, desde la Edad Media, Sidueña, de ahí que la posibilidad de relacionar estos indicios con la mencionada Asidon y la Šiḏūna andalusí sea demasiado sugestiva como para desecharla. 

En cuanto a la alusión a este enclave y topónimo en las fuentes árabes, la traducción de Šiḏūna o madīnat Šiḏūna al castellano ha sido, secularmente, la de “Medina Sidonia”, interpretación que, aunque obvia, ha resultado más confusa e imprecisa que las apropiadas “Sidonia”, “(cora de) Sidonia”, “ciudad de Sidonia” o “Sidueña”, esta última denominación existente hoy día. Es cierto que la primera no impide la relación entre ambos topónimos, pero las descripciones que los historiadores y geógrafos andalusiés hacen del lugar donde se situaba la Šiḏūna islámica nos obligaban, como venimos haciendo, a revisar y reinterpretar los textos, ya que aquéllas poco o nada tienen que ver con Medina Sidonia, y bastante con la Sidueña localizada a los pies de la Sierra de San Cristóbal, sobre el extenso valle de Sidueña por el que discurre el río Guadalete, junto a la antigua línea de una costa rica en ámbar rosa, y –según al-Mas‛ūdī (m. 956)– frente a la “isla de Cádiz”.

En efecto, nos cuenta al-Rāzī que Šiḏūna fue una ciudad muy grande a maravilla, con un monte sobre ella de muchas fuentes que dan muchas aguas, semejante al hermoso promontorio vestido de diversos frutales y fecundado con copiosos nacimientos de agua, a quien hoy llamamos la Sierra de San Cristóbal, por su ermita, castillo y atalaya […] que nos refiere Fray Esteban Rallón en pleno siglo XVII. Sea como fuere, el emplazamiento coincide con el mismo donde, al sur del alfoz jerezano, se ubicaba el pago, dehesa o lugar de Sidonia o Sidueña que encontramos en documentos castellanos desde el siglo XIII, según leemos en Mesa Xinete: […] habiendo el rey don Alfonso X, en Sevilla, a 8 de abril, era 1307, que es año 1269, concedido a Jerez, un barrio franco, como en Sevilla, y su término, demás de las aldeas de adentro, con los castillos del Puerto, Rota, Chipiona, Solucar, Evora, Montagut, Trebujena, o de Gibalvin a la mar, dice se comenzó el repartimiento de tierras, cuya primera partida dice: miércoles 10 días de julio, era 1307 (que es año 1269) fueron hacia las aldeas de Jerez e partieron los términos dellas, e midieron cuantas yungadas había en ellas: Primeramente comenzamos de facer la aldea de Barruayana, que comienza su término en la carrera que va de Jerez a Casareya, aldea de Sidonia la cual alinda con Torroz y Sidonia […].

Este pago de Sidueña era una zona de viñedos, olivares y huertas en la que estarían situadas, en el siglo XII y sobre el Guadalete, las ruinas de la yerma y deshabitada ciudad de Šiḏūna, como parece señalar la versión medieval de al-Zuhrī. Es probable que la población de este enclave se distribuyera asimismo sobre la falda de la sierra de San Cristóbal, entre el antiguo yacimiento fenicio y el supuesto castillo situado en la cima, de cuyas ruinas nos dejó cumplida mención Bartolomé Gutiérrez. Tampoco debe descartarse la utilización como hábitat medieval de las galerías o canteras abiertas en el lado sur de San Cristóbal, a modo de cuevas artificiales, tal y como ha sido tradicional hasta fechas recientes. Al hilo de esta hipótesis, conviene recordar que, sin embargo, y como señala acertadamente Encarnación Cano Montoro, la cueva es para el musulmán, antes que nada, un lugar para protegerse de alguna amenaza exterior, de las inclemencias meteorológicas o para encontrar el ambiente de meditación necesario a modo de recinto sacralizado. Tal vez cobren aquí un sentido mayor las palabras del Dikr bilād al-Andalus que, al referirse a la ciudad de Šiḏūna como una de las capitales del país, dicen que los habitantes de al-Andalus se vieron obligados en el año 137 (=754-5) a refugiarse allí por la sequía y carestía reinantes.

Una visita al lugar nos hace pensar, también, si no fue éste el lugar fácilmente practicable por mar para los ataques normandos de los años 844-5 sobre Cádiz y Šiḏūna en su paso hacia Sevilla, o el susceptible y tan debatido escenario de la famosa batalla que, en el 711, enfrentó a las tropas del rey don Rodrigo con las musulmanas de Ṭāriq. Efectivamente, la mayoría de fuentes que relatan este último hecho coinciden en señalar que, tras la victoria del Guadalete, las huestes musulmanas se dirigieron a la ciudad de Šiḏūna, al norte del río, para someterla. Por otro lado, dice al-ʽUḏrī (m. 1085) que el año 230 (=844) llegaron los maŷūs (vikingos) a Sevilla, pasando antes por Lisboa (al-Ušbūna) y atacando Qādis (Cádiz) y Šiḏūna, donde tuvo lugar un enfrentamiento entre normandos y musulmanes. Dada su lejanía con la orilla del mar, se antoja complicado que estos maŷūs atacaran Medina Sidonia desde sus barcos, o que desembarcaran en algún punto de la costa gaditana para dirigirse a pie hasta allí arriesgando su flota y la propia vida. Por ello, lo razonable es considerar que la Šiḏūna que mencionan al-ʽUḏrī o al-Rāzī en su relato del episodio, no puede ser otra que Sidueña, la antigua Asidon, desde la que fácilmente se alcanzaría el río Guadalquivir y, subiendo por él, Coria y Sevilla.

En cuanto a los caminos que cruzaban la cora de Šiḏūna, los textos árabes no confirman la vía entre Urgia y Asidon de las fuentes latinas. La cuestión no está clara, a pesar de los estudios que existen sobre el tema. En el Ravenate leemos, por ejemplo, que los topónimos Cappa, Saudone, Burdoga y Saguntia se situaban, supuestamente, entre las poblaciones de Urgia y Asido, en una imaginaria línea o vía recta. Sin embargo, la relación de enclaves que facilita el geógrafo almeriense al-ʽUḏrī, en la ruta desde Qalsāna hacia Algeciras (al-Ŷazīra), la ciudad de Šiḏūna no se menciona en ningún momento, ni siquiera tras la alusión a Šaguntsa (=Saguntia, castillo de Gigonza?, al norte de la actual Medina Sidonia), donde muchos autores la localizan.

En definitiva, la etimología y las fuentes escritas parecen darnos la razón, al tiempo que descartan, de un modo casi concluyente, la secular identificación de Šiḏūna con la actual Medina Sidonia.

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