miércoles, 15 de octubre de 2025

Ibn Ḥaŷŷāŷ al-Šarīšī y su almona de jabón

Abū l-Ḥasan ʿAlī b. Hišām [b. ʿUmar]b. Ḥaŷŷāŷ b. al-Ṣaʿb al-Lajmī al-Išbīlī al-Šarīšī (Jerez, ¿? - Jerez, 19 o 20 de rabīʿ II de 616=3-4 u 11-12 de julio de 1219), fue un maestro, almocrí, jatib e imam de la mezquita aljama de Šarīš (Jerez de la Frontera).


Aunque Ibn al-Abbār e Ibn ʿAbd al-Malik señalan que sus antepasados procedían de Sevilla —motivo por el que ambos añaden a su genealogía la nisba al-Išbīlī—, Ibn Hišām y su familia eran naturales de Jerez (Šarīš). De sus maestros en al-Andalus, probablemente en su ciudad natal, destacan Abū l-ʿAbbās Aḥmad Ibn al-Yatīm (Ibn) al-Balansī (m. 581=1185-6), Abū Bakr Ibn Fahlūn al-Saksakī (m. 591=1195), a quien frecuentó de continuo, Abū Bakr Muḥammad b. Mālik b. Yūsuf al-Zuhrī (m. 592 o 593=1195-6 o 1196-7) y Abū ʿAbd Allāh Ibn Ḥabāsa al-Šarīšī (m. finales del XII), célebre alfaquí jerezano del siglo XII que enseñaba en su propia mezquita, y con quien se encontró también en Alejandría.

Siendo muy joven, en el año 568 (=1172-73) emprendió un largo viaje a Oriente para realizar la peregrinación (ḥaŷŷ) y adquirir conocimiento. De este modo, en La Meca escuchó a algunos de sus mejores maestros, entre ellos a Ḍiyāʾ al-Dīn Ibn Sukayna, al predicador Abū ʿAlī ʿUmar b. Ibrāhīm y al sufí Abū Muḥammad ʿAbd al-Raḥmān b. Ismāʿīl al-Nīsābūrī. Tras la peregrinación se estableció un tiempo en Egipto, donde tuvo como maestro al andalusí Abū Yaḥyà al-Yasaʿ al-Ŷayyānī (m. 575=1179), no sabemos si en El Cairo o en Alejandría. Con él, según al-Ruʿaynī, estudió el Kitāb al-Taysīr fī l-qirāʾāt al-sabʿ (El libro de la facilitación en las siete lecturas), obra fundamental sobre las lecturas coránicas compuesta por el también andalusí Abū ʿAmr ʿUṯmān b. Saʿīd al-Dānī (m. 444=1053). A través de al-Yasaʿ recibió además una cadena de recitación que se remontaba, por vía de sucesivos maestros, hasta Abū ʿAmr b. al-ʿAlāʾ al-Baṣrī (m. 154=770), uno de los siete grandes lectores canónicos, lo que situaba su formación dentro de la más prestigiosa tradición andalusí en materia de qirāʾāt. En Alejandría tuvo como maestros a su paisano el mencionado alfaquí jerezano Abū ʿAbd Allāh Ibn Ḥabāsa, a Abū ʿAlī Ḥasan b. Muḥammad b. al-Ḥasan b. al-Rasal, a Abū Ṭāhir Ibn ʿAwf y al célebre Abū Ṭāhir al-Salafī, a quien frecuentó entre 570 (=1174-5) y el año de la muerte de este último (576=1180), llegando a asistir a su funeral. También allí estudió durante cinco años con Abū Muḥammad ʿAbd al-Muŷīd b. Abī l-Ḥasan Šaddād al-Tamīmī, con quien leyó, entre otros, el Kitāb al-Waŷīz fī l-qirāʾāt al-ṯamān (Compendio de las ocho lecturas) de Abū ʿAlī al-Ḥasan b. ʿAlī al-Ahwāzī (m. 446=1054–5), y con quien aprendió las siete lecturas canónicas (al-sabʿ) y otras. De este maestro recibió una cadena de transmisión que remontaba al jerife mequí Abū l-Futūḥ Nāṣir b. al-Ḥasan b. Ismāʿīl, descendiente del cuarto califa rāšidūn ʿAlī b. Abī Ṭālib (m. 40=661)), lo que le vinculaba con una genealogía espiritual y docente de enorme prestigio.

Con estos años de estudio, afirma al-Ruʿaynī que Abū l-Ḥasan Ibn Hišām aprendió a recitar el Corán según las siete lecturas canónicas (al-qirāʾāt al-sabʿ), y también según las tres complementarias de Yaʿqūb al-Ḥaḍramī, Abū Ŷaʿfar Yazīd b. al-Qaʿqāʿ y Jalaf b. Hišām al-Bazzār. Además, llegó a dominar otras variantes como las de Abū ʿAbd Allāh Muḥammad b. ʿAbd al-Raḥmān b. Muḥṣin y Abū Muḥammad Sulaymān b. Mihrān al-Aʿmaš al-Kūfī. Todas estas modalidades las aprendió tanto de manera individual (ifrādan) como combinada (jamʿan), llegando a reunir las diez lecturas completas (al-qirāʾāt al-ʿašr) en una sola recitación (jatma wāḥida).

En su camino de regreso a al-Andalus se detuvo en Biŷāya (Bugía, Argelia), donde estudió con Abū Muḥammad ʿAbd al-Ḥaqq b. ʿAbd al-Raḥmān al-Azdī Ibn al-Jarrāṭ durante aproximadamente cinco meses; y del renombrado gramático y calígrafo sevillano Abū Bakr Muḥammad b. Aḥmad b. Ṭāhir al-Anṣārī (m. 580=1184-5), conocido como al-Jidabb (“el hombretón”), quien le otorgó licencia de transmisión de sus obras y lecturas. En Sabta (Ceuta) tomó las lecciones de Abū Muḥammad b. ʿUbayd Allāh, de quien transmitió con abundancia.

Tuvo una extensa nómina de discípulos, entre los que destacan el jerezano Abū Isḥāq al-Būnasī (m. 651=1235), su discípulo más cercano y recopilador y redactor de su Barnāmaŷ, a quien concedió iŷāza, y el sevillano Abū l-Ḥasan al-Ruʿaynī (m. 666=1268), que también recibió de él iŷāza. 

Las fuentes lo describen como almocrí eminente, íntegro (ʿadl), fiable (ṯiqa), imām en taŷwīd y gran conocedor de las discrepancias de los qurraʾ. Afirma al-Ru῾aynī que el propio ʿAlī b. Hišām le escribió: “Las lecturas coránicas son mi especialidad; creo que nadie me aventaja en ellas.” Uno de sus discípulos jerezanos, nos relata también al-Ru῾aynī aunque sin precisar su nombre, lo recordaba también con veneración: “Nuestro maestro Abū l-Ḥasan era un gran ḥāfiẓ, un conocedor profundo y de gran memoria.” Su reputación se debía a su extraordinario dominio del Corán, del que memorizaba con precisión las letras, las variantes gráficas y los códices. Dominaba las variantes de lectura (ḥurūf al-ḫilāf), campo en el que sobresalió como autoridad indiscutible, y en el que nadie —dicen al-Ruʿaynī e Ibn ʿAbd al-Malik— podía igualarlo ni acercarse a su nivel. De hecho, tras su vuelta de Oriente se convirtió en la máxima autoridad de Šarīš en lecturas y ḥadīṯ, disciplinas de las que se beneficiaron sus discípulos, tanto sus paisanos como los llegados de fuera, y fue nombrado imán y jatib de la mezquita aljama de Jerez.

Según Ibn Abd al-Malik, la fecha exacta de su óbito tuvo lugar “cuando quedaban diez días de rabīʿ II de 616”, es decir, el 19 o 20 de ese mes, equivalentes al 3-4 u 11-12 de julio de 1219, según los diferentes cómputos (tabular u observacional). Ibn al Abbār coincide en señalar mes y año, no así el día, e Ibn al-Zubayr es el único que difiere al situar la muerte de Ibn Hisham en el año 617 (=1220-21), declarando haber recibido noticia de nuestro biografiado a través del médico jerezano Abū Zayd ʿAbd al-Raḥmān al-Fihrī Ibn al-῾Aššāb al-Ṭabīb (m. 650=1252-3).

La almona de jabón de Ibn Ḥaŷŷāŷ y la mezquita aljama

Afirma el mismo Ibn Abd al-Malik que la forma de vida de Ibn Ḥaŷŷāŷ provenía “de un comercio de jabón que él mismo administraba” (wa-kānat maʿīšatuhu min tiŷāra fī l-ṣābūn). Este detalle lo presenta como gestor de una jabonería o almona de jabón. Aunque se formula como actividad personal, es probable que estuviera vinculada a los habices (awqāf) de la mezquita aljama, pues era práctica habitual que los bienes adscritos a las grandes mezquitas —baños, tiendas, almonas— sirvieran para sufragar los estipendios de imames y juṭabāʾEl verbo yudīruhā (“la hacía circular, la administraba”) indica una actividad económica regulada y lícita, no especulativa, vinculada a los bienes habices (awqāf) destinados al mantenimiento del templo. En al-Ándalus, las mezquitas mayores (ŷawāmiʿ) poseían bienes inmuebles —casas, huertos, molinos, talleres— cuyas ganancias sostenían el culto y a su personal religioso (imām, ḫaṭīb, muʾaḏḏin). Entre esos bienes figuraban a menudo las almonas (del árabe al-ṣābūn, jabón), fábricas o talleres de jabón que constituían una fuente estable de ingresos. 


La industria jabonera, basada en el aceite de oliva y la sosa vegetal (qilī), fue una de las más rentables del occidente andalusí, especialmente en Sevilla, Niebla, Murcia, Almería y Jerez, donde se documentan almonas junto a los baños públicos y aceñas fluviales. El caso de Šarīš encaja plenamente en ese modelo: la referencia de Ibn ʿAbd al-Malik permite suponer que el waqf del ŷāmiʿ jerezano poseía una almona cuyos beneficios se destinaban a la manutención del imán y a la conservación del edificio. No sería, pues, una actividad privada, sino una forma de explotación pía del patrimonio religioso, gestionada directamente por el propio Ibn Ḥaŷŷāŷ en su calidad de mutawallī (administrador del waqf)La mención del jabón revela, además, la vitalidad económica y artesanal de Šarīš en época almohade, donde la producción jabonera —estrechamente ligada al aceite local y al comercio con el litoral de Sidonia (Šiḏūna)— constituía un elemento esencial de la economía urbana.

Un recuerdo de estas almonas lo refleja el Libro del Repartimiento de Jere(ed. González Jiménez y González Gómez, 1980: 211), redactado tras la conquista cristiana de 1264. En la partida n.º 1582 se cita expresamente:

“[E] tor[namos] a [vna] casa que fue de Xabón que a por linderos, dela vna parte tiendas. Et dela otra parte casas de Gonçalo Pérez, alamín. Et delas dos partes las calles. [E]ntregámoslas a Pedro Johán, escriuano.” 

La mención, localizada en la collación de San Marcos, confirma la existencia de, al menos, una casa destinada a la fabricación de jabón en época islámica.

La tradición urbana jerezana conservó otro recuerdo: hasta el siglo XVII, un tramo de la actual calle Liebre se conocía como “la Jabonería”, precisamente por la almona que allí estuvo instalada (Muñoz y Gómez 1903: 145). Este testimonio toponímico muestra la pervivencia del oficio jabonero más allá de la Edad Media y refuerza la idea de que la producción de jabón en Jerez no fue un episodio aislado, sino un rasgo duradero de su economía urbana.

Fuentes: AL-ḎAHABĪ, Ta’rīj, 611-620, 309-10 (nº 395); IBN AL-ABBĀR, Takmila, ed. F. Codera (BAH, 6), 678 (nº 1891); IBN ʿABD AL-MALIK, Ḏayl, V, 416-19 (nº 708); IBN AL-ZUBAYR, Ṣila, IV, 133 (nº 274); AL-BŪNASĪ, Kanz, 81, 103; AL-RUʿAYNĪ, Barnāmaŷ, 24-6 (nº 9).

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