sábado, 29 de octubre de 2022

Ulemas en la ciudad califal de Jerez

Hasta la época del Califato no empezamos a conocer los nombres de los primeros ulemas o sabios que habitaron Jerez. Es en ese momento cuando las biografías de alfaquíes o juristas aumentan en los repertorios bio-bibliográficos, sobre todo las de aquellos relacionados con núcleos de incipiente formación como Jerez. Muchos de estos ulemas eran designados directamente desde Córdoba, probablemente con la idea de consolidar o, al menos, procurar la difusión y aplicación del derecho islámico en las nuevas poblaciones. Uno de estos sabios jerezanos fue Abū Razīn, maestro de origen bereber venerado por sus paisanos. Experto en cuestiones jurídicas (masāʼil al-fiqh), desempeñó el cargo de muftí en varias localidades de la cora, entre ellas su ciudad natal, Šiḏūna, y Jerez, en la que residió, enseñó y murió en el año 947-8.

Ataifor califal procedente de Plaza Belén, Jerez de la Frontera

Otro buen ejemplo de lo que decimos lo encarna Abū Ayyūb Sulaymān al-Šiḏūnī, personaje nacido en Šiḏūna el año 912-3, que viajó a Oriente y, a su regreso, el 948-9, fue nombrado jatib de Jerez por el califa al-Ḥakam II, cargo que desempeñó hasta su muerte, en 982. En su periplo por tierras orientales acompañó a su hermano, Abū ʽUmar Yūsuf (m. 993-4), hombre de letras y predicador en Qalsāna –otra población de la cora– también por encargo califal. Ambos comenzaron en Jerez su formación en la doctrina malikí de la mano de Abū Razīn, con el que estudiaron la Mudawwana (La Recopilación) de Saḥnūn (m. 854-5). Ibn al-Faraḍī añade al respecto la sincera confesión que le hizo Abū ʽUmar acerca de la débil transmisión que Abū Razīn le había hecho de esta obra, tal vez debido a las escasas dotes que este maestro tenía como tradicionista. En Córdoba, escucharon a Muḥammad b. ʽAbd Allāh b. ʽAbd al-Malik b. Ayman, Qāsim b. Aṣbag, al-Ḥasan b. Saʽd, ʽAbd Allāh b. Yūnus, Muḥammad b. Muḥammad b. ʽAbd al-Salīm al-Jušanī, Abū ʽUmar b. al-Šāma y Muḥammad b. ʽUmar b. Lubāba. Trasladados a Oriente, en una travesía que les llevó diez años por Egipto, Yedda y La Meca, tuvieron ocasión de aprender el Muwwaṭṭaʼ (El camino allanado) de Mālik (m. 795), el Kitāb al-Umm (Libro de los Principios) de al-Šāfiʽī (m. 820), y la obra exegética de Muḥammad b. Ŷarīr al-Ṭabarī (m. 923), que darían a conocer en al-Andalus a su vuelta.


El marcado cariz religioso del ambiente social y erudito de Jerez en el siglo X es incuestionable. A Córdoba y Oriente, que son los centros religiosos y culturales del momento, acuden a adquirir ciencia y formación literaria los alfaquíes de todo al-Andalus, incluidos los jerezanos arriba reseñados y otros ilustres habitantes de la Jerez de aquella época, como Abū l-Manāzil Firās b. Aḥmad al-Majzūmī (que aún vivía el 935-6) o Abū Muḥammad Ibn Abī ʽAwsaŷa (m. hacia 986-7).

Sin embargo, entre leyes y aleyas, al menos tres miembros de la élite jurídica y piadosa de la ciudad dedicaron parte de su tiempo a la poesía. Se trata de Abū l-Ḥakam Munḏir al-Šiḏūnī, natural de Šiḏūna y afincado en Jerez, ciudad en la que murió el 945-6; y dos miembros de una misma familia, los Banū l-Majzūm: el alfaquí Abū Jālid Yazīd b. Asbāṭ, que dirigió la oración en Jerez hasta su muerte, y su hijo Abū Yazīd Asbāṭ b. Yazīd, que relevó en el cargo a su padre y falleció a finales del año 1002. Fueron años de auge para Jerez, derivados de la bonanza económica de la región en tiempos de al-Ḥakam II (m. 976).

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